Muchos viajarían, otros se dedicarían a vivir los últimos días con sus seres queridos, otros gastarían todo su dinero... miles de opciones. Una de ellas es la que narra Amy Redford en La guitarra, presentada a concurso en la Sección Oficial, que cuenta los últimos días de una joven a la que le detectan un cáncer terminal.
Un día horrible en el que a la noticia de su muerte repentina se une el despido de su trabajo y el fin de su relación de pareja es el arranque de este largometraje, la primera de la hija de Robert Reford que dividió a los espectadores entre el pataleo y el aplauso en su primera proyección.
A partir de ahí la protagonista decide romper con su vida de forma total. Otro apartamento, otros muebles, otro barrio y otra gente. Sin importar nada ni nadie porque, al fin y al cabo, ella "desaparecerá".
Todas las sensaciones nuevas que se ha reprimido en toda su vida, sexuales, consumistas, gastronómicas y, sobre todo, musicales, dan un giro completo a su vida y la protagonista se atreve a tener una relación con un repartidor, con una pizzera y, ¿por qué no?, con los dos a la vez.
En su nueva vida las numerosas tarjetas de crédito le permiten agotar su dinero en caprichos, sus amigos le acompañan en su vida solitaria y tiene la guitarra que siempre soñó tener desde pequeña y que sus padres nunca le compraron.
Todo va bien, hasta que un día el fondo de las tarjetas de crédito se acaba...
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