Malasia: el chico que descubrió el mundo gracias a una fotografía

Decidí que necesitaba descansar. Decidí que necesitaba sol y océano y esos dulces cócteles de colores que suelen servir en los bares de la playa. Fui a Langkawi. La verdad es que no vi a ningún malasio, aunque es una isla de Malasia.
Anna-Maria Penu
Anna-Maria Penu
Anna-Maria Pennu
Anna-Maria Penu

Se los han comido los hindúes, por poseer más agilidad tratando a las bandas de ancianos de Estados Unidos y de Europa que vienen en busca de su segunda juventud. Los hindúes les entienden mejor. Ya en el primer día conocí a Sandip. Al parecer, pasé demasiado tiempo al sol y por fin, cuando decidí ir a refrescarme era ya demasiado tarde.

En el agua salada perdí el conocimiento y empecé a ver pasar mi vida delante de mis ojos. La vi tres veces seguidas. Durante la última escena Sandip me resucitó con su gran boca. Abrí los ojos y vi a un muchacho moreno mirándome con sus ojos oscuros.

Detrás de él había más gente - ancianos americanos mirándome con sus ojos grises y verdes y azules, ancianos alemanes mirándome con sus ojos verdes y azules y marrones, ancianos ingleses mirándome con sus ojos rojos. Había muchos ancianos, muchos ojos y me desmayé. Me desperté en mi cama.

Vi que Sandip todavía estaba a mi lado aunque sus dedos estaban enérgicamente hojeando mi agenda y las fotos que allí había. No se dio cuenta que estaba otra vez con los vivos y se pegó un susto enorme cuando le toqué con mi mano todavía fría.

Enseguida me enseñó la foto de mi madre preguntando quién era y por qué no se movía esa persona. Si era por ser muy pequeña o por estar muerta. “¿Es qué no sabes nada de nada, hijo mío?” le pregunté. No, no sabía nada de nada, o si había oído hablar a alguien de algo, lo sabía mal.

Tuve que explicarle todo: que había pasado durante los últimos siglos, la evolución de la humanidad, el desarrollo de la fotografía en los últimos treinta y nueve años. También le revelé de dónde vienen los niños. De París y únicamente de París. Y no de los templos de los dioses indios como le han dicho sus padres. Estaba fascinado. Me escuchaba y escuchaba sin ninguna señal de cansancio.

Así que saqué mis mapas del Mundo, mis libros de los viajeros, tres revistas porno y las fotos de Australia, de Filipinas y de América del Norte. Lo más interesante para él eran las fotos y el aparato para hacerlas.

Le saltaron los ojos como había pasado con Bruno, Adolf, Sandro, Leo, John y Rodel. “La vida es mucho más coloreada de lo que yo pensaba. El Mundo es mucho más grande de lo que yo pensaba. Quiero ver más. Quiero inmortalizar la belleza del Mundo. Pero para hacerlo necesito una cámara de fotos como la tuya, por ejemplo.”

Tres semanas después en el aeropuerto me miró con sus ojos oscuros, mi cámara colgando de su cuello:” Me haré fotógrafo. ¡Gracias por ayudarme a encontrar mi camino, La Chica De la Belleza!” y yo me eché a llorar porque... porque sí. Unos tres meses y veintiún días mas tarde una revista de fotos publicó las suyas de la India. Había regresado a su casa porque era el primer sitio dónde recordaba haber visto la belleza. Leyendo esto, ya en mi propio sofá, me eché a llorar. ¿..? Porque sí.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento