La hora de las vanguardias: el arte desciende a las trincheras de la Gran Guerra

  • El museo Thyssen recorre en una muestra la experiencia de la Primera Guerra Mundial y su influencia en artistas de principios de siglo XX.
  • Como Apollinaire, Otto Dix, Max Beckmann o George Grosz.
  • La exposición puede visitarse hasta el 11 de enero de 2009.
De izq. a der.: 'La guerra Santa' (Ernst Barlach), 'Altos de Bolante' (Félix Vallotton) y 'Autoretrato' (Max Beckmann). (FOTOS: THYSSEN)
De izq. a der.: 'La guerra Santa' (Ernst Barlach), 'Altos de Bolante' (Félix Vallotton) y 'Autoretrato' (Max Beckmann). (FOTOS: THYSSEN)
MUSEO THYSSEN
De izq. a der.: 'La guerra Santa' (Ernst Barlach), 'Altos de Bolante' (Félix Vallotton) y 'Autoretrato' (Max Beckmann). (FOTOS: THYSSEN)

“Entonces, el 28 de junio de 1914 sonó aquél disparo en Sarajevo que, en cuestión de segundos, troceó, como si de un cántaro se tratara, el mundo de seguridad y cordura en el que nos habían criado y educado y que habíamos adoptado como patria”.

El estallido de la Primera Guerra Mundial fue, refleja este elegíaco párrafo de las memorias de Stefan Zweig, un hito en el aprendizaje de la decepción. Como vomitaba más que decía Bardamu, el protagonista de la novela de Louis-Ferdinand Céline Viaje al fin de la noche: “La época que existía en 1914 ahora daba vergüenza; [...] todo eran fantasmas, odios, falsificaciones y mascaradas”.

Grosz - Metropolis

Comenzaba la Gran Guerra (1914-1918) y el Arte también se helaba en las trincheras. Periodistas, poetas, escultores y pintores se revelaban contra el mundo en descomposición, a veces sólo para descomponerlo más. Sobre estos últimos, escultores y pintores de las vanguardias históricas, trata la exposición que hasta el 11 de enero se puede visitar en el Museo Thyssen de Madrid.

Aunque hoy el término vanguardia haya degenerado y sirva tanto para promocionar un desfile de moda como para anunciar un centro comercial, su significado, originalmente militar (del francés avant-garde, a la cabeza del ejército) dio nombre a principios del siglo XX a un conjunto de movimientos artísticos que, por encima de su falta de homogeneidad, compartían el rechazo de la tradición y la defensa de lo nuevo.

"Las verdades de ayer: puras mentiras hoy"

No es necesario bucear profundo. Al azar, cualquiera de los alegatos de los muchos manifiestos (el arte ya no se presenta desnudo, ni se explica así mismo: adjunta instrucciones de uso) que reivindicaban una nueva forma de mirar el mundo, ofrecen las pistas para acercarse al impulso de los artistas.

El manifiesto Futurista: “En el arte todo es convención, y las verdades de ayer son hoy puras mentiras”. La Nueva Objetividad: “Elaborar una nueva comunidad humana, la comunidad de trabajadores”. El manifiesto Dadaísta: “He ahí un mundo vacilante que huye, y he ahí, por otro lado, los hombres nuevos, rudos, cabalgando a lomos de los sollozos”.

Reinhardt ciudades

Europa se inflama de patriotismo, las ciudades se mecanizan vertiginosamente, una burguesía indolente es incapaz de reaccionar moralmente ante la miseria. Algunos de los males congénitos del siglo -fanatismo, deshumanización, alienación- no pasan desapercibidos para estos “danzantes bohemios”, provocadores, revolucionarios y paródicos anclados en el futuro. Como dejó escrito la escultora alemana Käthe Kollwitz, comprometida representante del realismo crítico y compañera de muchos de los artistas que cuelgan del Thyssen, “me gustaría influir en esta época, cuando los seres humanos están tan perplejos y necesitan ayuda”.

Apollinaire y Dix

La muestra ¡1914! La vanguardia y la Gran Guerra recoge las obras de algunos de estos autores, desde los apuntes de guerra de Guillaume Apollinaire, los bocetos esquemáticos y satíricos de Paul Klee pasando por los zarpazos expresionistas de George Grosz, Otto Dix o Max Beckmann. Una mirada concreta al expresionismo, cubismo, futurismo, vorticismo y primera abstracción, de la mano de 68 artistas fundamentales del siglo XX.

Cuadro Thyssen  244 Un recorrido en nueve etapas para mostrar “la experiencia de la guerra y su influencia en los artistas” que según Guillermo Solana, conservador jefe del museo, “toca la médula entre la cultura y la vida”.

Una propuesta feliz y arriesgada que -y ahí está la razón del “poco gancho” que reconocen sus creadores- antepone la profundidad a la pedagogía proponiendo un recorrido (encabezamientos como El estigma de la condenación o Vórtice destructor despistan un poco) que el visitante debe completar por su cuenta, lo que en ocasiones no siempre es posible.

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