Tres cuarentenas en tres meses: la odisea de una ciudadana china en España

Una mujer con una mascarilla por el coronavirus COVID-19 camina contra el viento en Pekín, China.
Una mujer con una mascarilla por el coronavirus COVID-19 .
WU HONG / EFE
Una mujer con una mascarilla por el coronavirus COVID-19 camina contra el viento en Pekín, China.

Tres cuarentenas por el coronavirus en tres meses y en dos países no arredran a Li Li, una ciudadana china residente en España a la que el avance de la pandemia por el mundo ha forzado a recluirse sucesivamente.

"No lo llevo mal", asegura desde su confinamiento en el apartamento que comparte con su marido, Xavier, en Mataró (Barcelona) desde junio de 2019, cuando se instalaron en España procedentes de Pekín.

Aún así, no puede evitar un sentimiento de dejà vu, y reconoce que cuando el Gobierno español ordenó el confinamiento pensó: "¡otra vez no!". El confinamiento obligatorio en España va a ser más largo, al menos de cuatro semanas, y esta joven de 31 años advierte que para algunas personas puede ser algo "realmente duro".

Su principal constatación es que fuera de China, sobre todo en Europa, donde se centra su experiencia, ni las autoridades ni la población se tomaron suficientemente en serio la posibilidad de que la enfermedad se extendiera a sus países.

Por ejemplo, cuando volvió a Europa el 2 de febrero tras su primera cuarentena en China: "El 100 % de los ocupantes del avión llevaba mascarilla, y en el aeropuerto de Amsterdam -donde hizo escala-, no la llevaba nadie".

"Me quedé asombrada", ya que "la situación en China estaba realmente mal" y en los demás países parecían no darse cuenta, explica. Li Li había viajado en enero a China para pasar en casa de sus padres las festividades del año nuevo.

Cuando emprendió viaje, el coronavirus estaba casi confinado en Wuhan (provincia de Hubei), a unos 320 kilómetros al sur. Sin embargo, estando allí el virus comenzó a extenderse a otras zonas del país y la situación se hizo "muy severa".

Las autoridades chinas anunciaron la cuarenta de Wuhan y otras zonas circundantes el día 23, y dos días después, el mismo día de año nuevo, comenzaron las medidas en las provincias que rodean Hebei, aunque no tan estrictas como en el epicentro de la epidemia en China.

Tras varios días allí, su hermana y ella viajaron en coche a Langfang, en las afueras de Pekín, donde estuvieron en cuarentena una semana. Li Li pudo adelantar la fecha del vuelo de regreso y salió de Pekín el 2 de febrero, un día antes de que la aerolínea suspendiera sus operaciones en el aeropuerto de la capital.

Tras pasar por Amsterdam y llegar al aeropuerto de Barcelona, alcanzó su vivienda en Mataró. Llamaron al centro de salud de su zona y una médica le recomendó hacer vida normal y que solo acudiera si tenía síntomas.

A pesar de todo, ella decidió realizar "por responsabilidad" una cuarentena voluntaria preventiva para evitar poner en peligro a la gente más próxima, especialmente a sus suegros, que son mayores.

Su marido realizó la cuarentena con ella, para que no se sintiera aislada. "No tuvimos vida social durante dos semanas, aunque salíamos a pasear solos por la noche", recuerda. Ninguno de los dos tuvo síntomas.

Y menos de un mes después de acabar la segunda cuarentena, llegó la declaración del estado de alarma en España, el pasado día 15, que se extenderá al menos hasta el 11 de abril.

Li lleva esta tercera cuarentena con buen ánimo, desde su actual apartamento: "podemos ver el mar, hay sol y el cielo es azul. La verdad es que da una sensación diferente".

"La situación aquí es mejor comparada con la de China", aunque reconoce que los españoles están siendo más indisciplinados que los ciudadanos chinos a la hora de cumplir las instrucciones de las autoridades y quedarse en casa. "La gente en China era muy cauta", recuerda.

Li Li recomienda de forma urgente que la gente se tome de una vez en serio la pandemia: "Tienes que tomarte tu propia vida muy en serio".

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