El 7 de noviembre del año 2000 comenzó unos de los mandatos presidenciales más polémicos de la historia de Estados Unidos. George W. Bush, hijo del que ya fuera presidente del país George H. W. Bush (entre 1989 y 1993), ganó ese día las elecciones ante su contrincante demócrata y entonces vicepresidente, Al Gore, y se convirtió en el cuadragesimotercer presidente de EE UU. Su elección no estuvo exenta de polémica ya que aún hoy hay sospechas sobre su triunfo clave en el estado de Florida, gobernado en ese momento por su hermano Jeb Bush, por presuntas irregularidades en el recuento y que, a posteriori, fue clave en su victoria final.
Con esta polémica comenzó un mandato aún más controvertido marcado por una fecha fundamental: el 11 de septiembre de 2001 -con los ataques terroristas a las Torres Gemelas de Nueva York y al Pentágono en Washington-, que derivó en la invasión a Afganistán y, sobre todo, en la Guerra de Irak iniciada en 2003. Y es que Bush definió la lucha antiterrorista contra los islamistas radicales de Al Qaeda, liderados por Osama Bin Laden, como unos de sus principales objetivos y el fatídico 11-S, en el que murieron casi 3.000 personas, fue la excusa perfecta para iniciar la guerra en Oriente Medio.
El primer objetivo se logró, pero la captura del terrorista seguía pendiente a finales de 2002. Fue entonces cuando Bush desvió la mirada a Irak clamando en todo el mundo la necesidad de preparar una acción militar urgente contra el país presidido por Sadam Hussein. El argumento eran "sus armas de destrucción masiva" que suponían "una amenaza para EE UU" y su apoyo financiero a los terroristas. No encontró el apoyo de la ONU pero sí el de Reino Unido, España y Portugal, cuyos presidentes (Tony Blair, José María Aznar y José Manuel Durão Barroso, respectivamente) inmortalizaron con Bush la histórica 'foto de las Azores' que daría paso a la invasión de Irak a partir del 20 de marzo de 2003.
Malas relaciones internacionales
La guerra marcó el mandato de Bush a partir de entonces, incluso después de su reelección como presidente en 2004. Se acabó con el régimen dictatorial de Sadam Hussein pero no se encontraron armas masivas ni razones que justificaran un conflicto que ha dejado miles de muertos y que, todavía hoy, vive graves consecuencias en el caótico país asiático. El llamado "Eje del mal", como dijo Bush en 2002 refiriéndose a Irak, Irán y Corea del Norte, "sigue vivo".
Tampoco ha ayudado en política exterior su negativa a apoyar, en una de sus primeras decisiones, los compromisos del Protocolo de Kyoto de diciembre de 1997 sobre el cambio climático. La razón: "no iba en el mejor interés económico de EE UU". Poco ayudó a mejorar su imagen en el mundo su plan para la lucha global contra el SIDA, que contaba con 15.000 millones de dólares de presupuesto.
¿Y su país?
Algo que siempre se ha criticado a Bush es un falta de reacción para asuntos de su propio país. Se habla, incluso, de olvido. El caso más sonado fue el del huracán Katrina que azotó Nueva Orleans en 2005 provocando casi 2.000 muertos y cuantiosos daños materiales. Bush ni siquiera acudió al lugar y no sentó bien su capacidad para afrontar la crisis reaccionando tarde y mal. Años después, con los huracanes 'Hanna' y 'Ike ' azotando el estado de Texas, Bush se encontró desde el principio en primera línea de la catástrofe. Aprendió la lección.
Lo ocurrido tras el Katrina no devaluó el apoyo a Bush entre los estadounidenses. Así, el tejano no tuvo problemas para lograr su reelección como presidente en las elecciones de 2004. Obtuvo un 51% de los votos, frente al 48% de su rival, el demócrata John Kerry, en unos comicios con una alta participación y con menos polémica que los del 2000.
Desde entonces, las decisiones de Bush han sido menos sonadas que las de los primeros cuatro años. Con los ecos de la guerra de Irak, el presidente americano puso especial énfasis en su reforma de la Seguridad Social del país que incluía un plan de privatización parcial del sistema que, por otro lado, pretendía proteger a los sectores de menores ingresos. Otro punto principal de su política fue un proyecto de ley migratoria con el que quería favorecer el trabajo de los inmigrantes en el país aunque sin que tuvieran acceso a una residencia permanente. Polémico fue también su inversión para reformar el muro entre México y EE UU.
La crisis económica mundial iniciada en 2007 fue el último gran reto de Bush. Los préstamos hipotecarios de alto riesgo hicieron caer a varias entidades financieras de EE UU y el presidente tuvo que salir al paso con diversas inyecciones de dinero público para evitar la quiebra de los bancos y para restaurar la normalidad en Wall Street. Su última iniciativa fue la más ambiciosa. En plena campaña electoral entre su sucesor republicano, John McCain y el demócrata Barack Obama, Bush anunció un plan de rescate financiero de 700.000 millones de dólares aprobado tras interminables negociaciones.
Fue su última gran aportación de un periodo político muy convulso de ocho años con el que Bush se ha ganado un hueco en la historia. Para bien o para mal, desde luego su mandato no ha dejado indiferente a nadie.
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