Tanta Europa
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Turquía, el "talón de Aquiles" de la UE: la nueva crisis de refugiados como reflejo de un acuerdo "vergonzante"

Crisis de refugiados en la frontera grecoturca.
Crisis de refugiados en la frontera grecoturca.
EFE
Crisis de refugiados en la frontera grecoturca.

Europa observa con tensión los sucesos ocasionados en la frontera turco-griega, donde estos últimos días se están congregando miles de refugiados sirios, iraquíes, paquistaníes, afganos y somalíes con la esperanza de entrar en la Unión Europea (UE).

El debate sobre la política de migración se ha reactivado después de que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan levantara el bloqueo al paso de los refugiados a Europa; decisión que ha originado desplazamientos masivos hacia las fronteras -tanto terrestres como marítimas- entre Turquía y Grecia.

Bajo la presión de cientos de manifestantes que han salido a la calle para reclamar una política más humanitaria en materia de asilo y protección de refugiados, la UE avala la mano dura de Grecia en sus fronteras y agradece a Atenas que actúe como "escudo" de Europa. 

En los pasos fronterizos terrestres se han producido en la última semana jornadas de violencia y enfrentamientos entre los refugiados y la policía griega que, lejos de querer recibir a los miles de migrantes, ha llegado a cargar contra mujeres, hombres y niños con gases lacrimógenos, bolas de goma y tiros “disuasorios”.

Desde Ankara denuncian el uso de “munición real” y aseguran que un hombre ha muerto al recibir un disparo en el pecho, informaciones que desmienten desde Atenas, que acusan a los turcos de “difundir Fake News”. De confirmarse la víctima mortal, se sumaría a las otras dos personas (un niño ahogado en las aguas de Lesbos y un ciudadano de Alepo a manos de la policía griega) que han fallecido desde que se anunciara la apertura de fronteras.

Un puente entre dos continentes

Quienes optan por la vía marítima, se dirigen a las islas griegas del Mar Egeo, y Lesbos ha sido testigo de la llegada incesante de pateras a sus costas. Desde el anuncio de vía libre de Erdogan el 29 de febrero, más de 1.200 personas han llegado a las costas egeas, donde el odio se ha apoderado de varios locales que han tratado de evitar su desembarco, llegando incluso a agredir a miembros de ONG’s que proporcionaban ayuda a los migrantes.

"Todos los políticos que extienden el odio al extranjero tienen mucha responsabilidad en esto", explica la profesora de Derecho Internacional en la ICADE, Cristina Gortázar. "Están molestos, indignados. Pues que vayan a indignarse con quien deberían: las insituciones de la UE", añade. 

Mapa geopolítico de las vías migratorias, terrestres y marítimas, entre Turquía y Grecia.
Mapa geopolítico de las vías migratorias, terrestres y marítimas, entre Turquía y Grecia.
Henar de Pedro

Los refugiados han tratado de buscar un punto para cruzar la frontera terrestre de 212 kilómetros, aunque la vía más concurrida ha sido atravesando el río Evros -límite natural de ambos países-, para poder llegar a la otra orilla: Grecia.

En la provincia de Edirne -a 1.300 kilómetros de Idlib-, miles de migrantes tratan de cruzar la frontera, motivados por las autoridades turcas. Otros cientos acampan a la espera de que llegue el mejor momento para intentar llegar al Viejo Continente. Además, el paso fronterizo de Pazarkule-Kastanies se ha convertido en un territorio donde las fuerzas de seguridad de ambos países (Grecia y Turquía) lanzan gases lacrimógenos; unos para "facilitar" el paso a los refugiados; y otros para conterlos.

Crisis humanitaria

Ante la emergencia de la situación, la Armada griega ha desplegado un buque en el puerto de Mitlene (Lesbos), donde mantendrá a los refugiados hasta que decida si son deportados a sus países de origen o trasladados a un campamento.

Con un rechazo rotundo hacia el incremento de oleadas de migrantes que están llegando a sus fronteras -el ejecutivo de Nueva Democracia calcula que han impedido la entrada de más de 34.000 personas desde el viernes-, el gobierno de Grecia anunció la suspensión, durante un mes, de la Convención de Ginebra, para expulsar automáticamente a todos los migrantes que lleguen en este periodo.

Varias organizaciones internacionales como ACNUR, Human Rights Watch y la Fundación Internacional de Derechos Humanos han denunciado la medida y señalan que “no hay absolutamente ninguna base legal que permita suspender el Derecho de Asilo”.

Cristina Gordázar, investigadora del Instituto de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas, niega también la legitimidad de las acciones llevadas a cabo por Grecia. "No puede hacerlo porque no está previsto en la Convención de Ginebra; pero tampoco puede por la propia convención de las Naciones Unidas de 1951, cuyo nudo es el principio de no devolución, tanto desde el interior, como desde la frontera", explica a 20minutos

Atenas defiende la legalidad de su decisión remitiéndose a las excepciones que se permiten tanto en el Derecho Internacional como en el de la UE, ante "amenazas inminentes" a la seguridad y salud pública. "Pero esque el orden público europeo no se ha alterado", asegura Gordázar, defendiendo que "deberíamos estar haciendo un reparto de responsabilidad entre los estados miembro".

Tensión en los frentes sirios

Para entender cómo se ha llegado a esta situación, hay que recordar una serie de acontecimientos que han hecho que el descontento fuera mermando en el gobierno turco. El detonante del malestar se produjo con la muerte de una treintena de soldados turcos en una ofensiva del gobierno sirio -con logística rusa- en Idlib. Se trata del mayor número de bajas sufridas por el ejército turco desde que decidiera participar en la guerra de Siria.

"Turquía estuvo como mediador durante muy poco tiempo, hasta que decidió intervenir en la guerra" -explica Eduardo Soler, politólogo y doctor en Relaciones Internacionales por la Universitat Autónoma de Barcelona- "En ese momento (2011), hay una sensación de que Bachar Al Assad puede caer y Erdogan pone toda la carne en el asador, porque calcula que los nuevos sistemas políticos que se configuren con su caída, van a ver a Turquía como un aliado de referencia y a él como un líder en Oriente Medio".

"Si Turquía no apoya a los rebeldes, no tendrá quien le apoye después en su lucha contra las milicias kurdas".

Es entonces cuando el presidente turco empieza a prestar apoyo a los rebeldes, enfrentados con el gobierno sirio (que cuenta con el apoyo ruso e iraní). "Hasta que en 2016, con la caída de Alepo, Turquía asume que ha perdido y decide negociar con los rusos que una parte de los habitantes afectados de la capital se traslade a Idslib", explica el politólogo a 20minutos.

Lo cierto es que el verdadero interés de Erdogan por la guerra siria responde al deseo expansionista de aumentar la influencia en la región, pero también al temor de que Siria se divida en distintas regiones y facilite la aparición de un Estado kurdo independiente en su frontera sur. Según Soler, "si Turquía no apoya a los rebeldes, no tendrá quien le apoye después en su lucha contra las milicias kurdas".

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, estrecha la mano de su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, tras una reunión en Sochi, Rusia.

desescalada en siria

  • En 2017 Rusia, Turquía e Irán firmaron el 'Acuerdo de Astana' en el que se establecía una "zona de pacificación" en la región de Idlib (a 60 km de Alepo); con un alto el fuego que no se cumpliría por parte de ningún país y que trataría de arreglarse con el 'Acuerdo de Sochi', en 2018; esta vez firmado únicamente por Rusia y Turquía, quienes acordarían una zona de desmilitarización en la región.

Lo acordado en 2018 entre Moscú y Ankara supuso un alto el fuego que no duraría mucho tiempo. Los acuerdos que, según el jefe de la Diplomacia rusa, "impidieron indiscutiblemente una masacre masiva", fracasaron tras la tensión que se ha ido gestando entre ambos bandos. 

Al Assad siguió lanzando ofensivas a tropas turcas, lo que ha provocado un éxodo de cerca de un millón de civiles desde diciembre de 2019. Por otro lado, Putin acusó a Ankara de ofrecer ayuda militar a los rebeldes y de estar en una zona en la que no debería haber estado cuando se produjo el ataque aéreo.

Idlib, el último bastión rebelde

La ciudad situada en el noroeste de Siria, Idlib, es la última provincia árabe controlada por los rebeldes, razón por la que el presidente sirio y Rusia decidieron lanzar varias ofensivas. Erdogan, aliado con los rebeldes sirios, llevaba tiempo denunciando esos ataques y dio un ultimátum a Damasco para que se retirase hasta las líneas acordadas en Sochi, apelando a una solución diplomática.

La provincia de Idlib alberga más de 3,5 millones de refugiados que esperan su oportunidad para cruzar a territorio turco. Los ataques del gobierno sirio provocaron, desde diciembre, una oleada de desplazamientos de casi un millón de personas que huyen de los ataques para buscar refugio en Turquía. 

"La ciudadanía turca está cada vez más cansada del tema. De hecho, es un asunto que ya incidió en las últimas elecciones locales turcas, en las que Erdogan perdió en la mayoría de las ciudades. Él es consciente de esa impopularidad del 'elemento refugiados' y lo que hace es 'pasar la pelota' a otros de quienes no ha recibido ayuda", afirma Eduardo Soler, también investigador en CIDOB.

Turquía en la encrucijada

El país turco está situado en una zona estratégica que ha sabido aprovechar a lo largo de la historia. Situado entre el mundo árabe y Europa, Turquía ha sido el muro de contención a Europa de las millones de personas que huyen del conflicto sirio en busca de una vida mejor. 

ACUERDO MIGRATORIO CON LA UE


  • •En marzo de 2016 la UE cerró un acuerdo migratorio con Turquía. Antes, países como Austria y Hungría habían cortado el flujo de migrantes cerrando sus fronteras, lo que tuvo un "efecto dominó" en toda la región.
  • •Alemania, que en apenas seis meses acogió a un millón de refugiados, impulsó el acuerdo por el que se prometió a Turquía el pago de 6.000 millones de euros en cuatro años. Ankara dice que no ha recibido ni la mitad.

La decisión de Erdogan de abrir las puertas a los refugiados, pone fin al acuerdo de 2016 con la UE y supone la culminación de las amenazas que venía lanzando "si ellos no compartían la carga de los refugiados", declaró este martes el presidente turco, denunciando que no ha recibido el segundo pago -de 3.000 millones de euros- acordado.

Todo parte de ese acuerdo, al que Cristina Gortázar -experta en movimientos humanos- califica como "vergonzante" y responsabiliza a los estados miembro de la UE del descontrol ocasionado. "Pagábamos por liberarnos de una situación que nos estaba saliendo muy cara", cuenta a 20minutos, explicando que se declaró a Turquía como "un país seguro para frenar las entradas que se estaban produciendo desde 2015".

Así, Erdogan ha visto en los refugiados un arma de presión hacia la Unión Europea para que aumente las ayudas de asistencia a los más de 3,7 millones de refugiados que alberga desde que empezara la guerra siria, pero también para que conste como apoyo en el conflicto bélico en el que Turquía -el segundo ejército más grande de la OTAN- va perdiendo. "En definitiva, la búsqueda de apoyos a través de la amenaza, algo que puede funcionar a corto plazo, pero erosiona mucho las relaciones", asegura Soler, explicando que, con esta decisión, Turquía calcula que también crea una situación complicada a Grecia.

La Unión Europea en vilo 

Europa mantiene la atención en esta región del mundo que, de descontrolarse, podría afectarle gravemente. Desde la UE abogan por cerrar las fronteras y apoyan los actos de contención que está llevando a cabo la policía griega. "Una de las derivadas de esto es que Europa se dé cuenta que no puede estar ausente del conflicto en Siria porque le afecta directamente", explica el politólogo experto en Turquía y en relaciones euro-mediterráneas.

Bruselas está tratando de encontrar un punto medio con Turquía para poder solucionar el problema y establecer un "territorio común" donde ubicar a todos los refugiados. "Nuestra prioridad es dar a Bulgaria y Grecia todo el apoyo que necesitan para gestionar la situación sobre el terreno, porque el desafío al que se enfrenta ahora mismo Grecia es un desafío europeo", declaró el 2 de marzo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen

Desde Grecia están haciendo retornar a todos los migrantes que llegan a sus fronteras desde que anunciaron el domingo la suspensión de la tramitación de todas las demandas de asilo. El ministro de interior turco envió unos mil agentes de la policía a la frontera terrestre, donde varios refugiados ya han denunciado que están siendo devueltos tras haber sido despojados de sus pertenencias.

En virtud de la promesa de que usará "todos los medios necesarios” para evitar la llegada de migrantes a Grecia, la UE ha ofrecido 170 millones de euros de ayuda humanitaria para los refugiados sirios afincados en Turquía. España, por su lado, se ha comprometido a enviar un equipo de efectivos a través de Frontex, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas.

Rusia y Turquía, "enemigos líquidos"

El 5 de marzo Putin y Erdogan -socios con una alianza incómoda- se reunieron en Moscú para tratar de encontrar una solución que estabilizara la situación en Idlib. Tras una reunión de seis horas, los líderes políticos anunciaron un alto el fuego inmediato en la zona anteriormente acordada y la creación de un "corredor de seguridad" en la carretera que une Alepo con Latakia.

"No siempre compartimos las valoraciones de Ankara sobre la situación en Sira, pero siempre hemos sido capaces de encontrar un entendimiento común y hallar soluciones", señaló Putin.

"Esto lo he calificado alguna vez como ‘enemigos líquidos’; es decir, mantienen posiciones opuestas en muchísimas cosas, pero son capaces de sentarse, hablar y ponerse de acuerdo en determinados momentos", sostiene el politólogo, explicando que también influye "que ambos tengan agravios respecto a la OTAN y a la UE". Por lo tanto, según cuenta, "la aproximación a Rusia también crece por despecho ante esa falta de apoyo por parte de aquellos que Turquía considera que deberían ser sus aliados, que son los europeos y EE UU".

No obstante, la relación entre ambos y las reconciliaciones se hacen "desde una posición totalmente asimétrica", señala Soler. "A Erdogan no le interesa aparecer ante la opinión pública como un líder que esté solo, ha puesto demasiado énfasis en esa relación con Rusia", añade. 

El talón de Aquiles de la Unión Europea

"El tema con el país turco es especial, y es que la mayoría de derivas punitivas que pudiera hacer la UE respecto a Turquía, en realidad no solo castigan a Turquía, sino también a la Unión Europea; porque la interdependencia es tal, que nadie quiere arriesgarse a que haya una crisis económica en Turquía. Por poner un ejemplo tan sencillo, afectaría al sistema financiero español por las posiciones del BBVA", asegura Soler. 

Según explica el politólogo, Erdogan es consciente de ese elemento de presión desde que en 2016 entrara el pánico en Europa con la crisis de refugiados, lo que le dio "pistas suficientes para cualquiera que quisiera saber cuál era el talón de Aquiles de la Unión Europea". 

Es una amenaza que ya ha hecho repetidas veces. "Siempre se ha dicho que era la bala de plata", dice Eduardo, aclarando que "una vez la has gastado ya no puedes utilizarla más" y explicando los importantes costes de reputación y de "traición al ADN de valores de la UE" que puede conllevar esta situación. 

En definitiva, lo que impide que esta crisis vaya a más es que, en realidad, iría en contra de los intereses europeos, ya que cualquier castigo tendría consecuencias directas sobre la estabilidad y la economía europea. 

En tierra de nadie

Europa afronta una nueva crisis de refugiados, en la que miles de personas sufren el abandono de los países, que se van pasando a los migrantes de un lado de la frontera a otro. 

Ahora, en tierra de nadie, esperan a que se solucione una situación que lleva alargándose demasiado tiempo. "La crisis de refugiados puede haber tomado una vida propia, es como el agua que se ha salido del margen del río. No es tan fácil volver a meterla al cauce", afirma Eduardo Soler.

"Se puede perder la fe, se puede perder la confianza, pero lo que no se puede perder es la esperanza", asegura Cristina Gordázar, confesando que todavía cree que la situación "puede mejorar". 

En un contexto en el que el único problema a primera y última hora del día se ha convertido en un virus que se ha extendido por todo el mundo, la profesora defiende la necesidad de priorizar y empezar a salvar vidas, "eliminando o disminuyendo las causas que provocan o alimentan las guerras y los desastres", así como tomarse en serio las consecuencias del cambio climático que provocarán un aumento notable de los movimientos humanos en las próximas décadas.

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