La vida en rosa (y negro) de una libre Carmen Martínez-Bordiú

  • Junto a Tim, su joven novio, disfruta de una retirada voluntaria al tiempo que valora ofertas profesionales.
Carmen Martínez-Bordiú, durante el funeral de Carmen Franco.
Carmen Martínez-Bordiú, durante el funeral de Carmen Franco.
GTRES

Carmen Martínez-Bordiú acaba de cumplir 69 años. Y lo ha celebrado apartada de todo y disfrutando de su cuarta vida. Ella misma confesaba hace unos días a 20Minutos que quiere seguir siendo invisible, que pretende pasar desapercibida desde su modesta casa en Sintra, Portugal, a la que se trasladó tras la muerte de su madre. Junto a Tim -su joven novio por el que nadie apostaba- disfruta de una retirada voluntaria al tiempo que valora ofertas profesionales, no siempre vinculadas al papel cuché. Dinero ahora no le falta.

No es la primera vez que Carmen lo deja todo para vivir a su manera. De hecho, la trayectoria de la 'nietísima' está salpicada por épocas en las que no ha querido saber nada de nadie. Son muchas las ocasiones en la que, agobiada por el devenir de los acontecimientos, ha puesto pies en polvorosa para refugiarse lejos de nuestro país. Independiente, poco ortodoxa y de mentalidad liberal, su enlace matrimonial con Alfonso de Borbón fue su primera jaula de oro con una boda más de Estado que familiar. Un cuento de hadas que no lo fue y que acabó cinco años después cuando Carmen, harta de una convivencia turbulenta, decidió romper el matrimonio. Dicen que el duque de Cádiz siempre creyó que Isabel Preysler, gran amiga de Carmen y recién separada, influyó en la decisión definitiva.

Con dos hijos en común, Fran y Luis Alfonso, y una impactante belleza, Carmen empezaba a verse con el anticuario Jean-Marie Rossi, tal vez el verdadero motivo de su divorcio. Cayó rendida a sus pies. Nuestra protagonista lo dejó todo por él. Se instaló en París, abortó sus compromisos sociales en España y, adelantada a su tiempo, dejó a sus hijos a cargo del padre. Su estancia en la ciudad del amor está llena de claros y oscuros. Quince años dieron para acoger el nacimiento de su hija Cynthia y para escenas de ensoñación, pero también para afrontar el momento más traumático y doloroso. Fue allí donde se enteró de que su hijo Fran había sufrido un accidente y que su vida corría peligro.

Cuando Carmen regresó a España, el pequeño de once años estaba clínicamente muerto. El shock le impidió llorar. El dolor le hizo permanecer en una burbuja que para algunos fue frivolidad. Un año más tarde, como si de una maldición se tratara, fallecía Alfonso de Borbón cuando un cable de acero lo degolló mientras esquiaba. En 1994, Carmen puso fin a su relación con Rossi y empezó un noviazgo con el italiano Roberto Federici, con el que rompió pocos días después de que ambos acudieran a la boda de su hijo Luis Alfonso y Margarita Vargas.

A pesar de los tropezones, Carmen nunca ha desconfiado del amor. Por eso se casó por tercera vez, con José Campos. Junto al empresario cántabro vivió una nueva juventud. Con una relación menos tradicional, fue la época en la que Carmen más rentabilidad económica sacó de su propia vida. Ella misma confesaría que su trabajo era hacer reportajes en ¡Hola!. La boda, la crisis y la ruptura fueron motivos suficientes para ser portada. El adiós a Campos fue una lucha de acusaciones y reproches que acabó cuando él se apartó de los medios.

Años más tarde, Carmen confesaría que se había enamorado por primera vez. El afortunado era Luis Miguel Rodríguez, dueño de uno de los desguaces más importantes de Europa. Luismi rompería sus esquemas. Aunque la suya fue una relación intermitente, con La Bordi -como él la sigue llamando cariñosamente- vivió una relación que se acabó por su inconstancia o deslealtad. Ahora, con las piezas del puzzle perfectamente encajadas, en la vida de Carmen solo queda espacio para la calma. Quién nos lo iba a decir.

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