Una crónica gráfica especula sobre un Hitler quejica huido del búnker en 1945

Detalle de la portada de Mi retiro de Abraham Martínez.
Detalle de la portada de 'Mi retiro' de Abraham Martínez.
BANG EDICIONES
Detalle de la portada de Mi retiro de Abraham Martínez.

La única licencia humorística que se permite la novela gráfica Mi retiro (Bang) de Abraham Martínez es posiblemente su título, ya que esta ficción sobre la posibilidad de que Hitler escapara del búnker de Berlín en 1945 es realmente una crónica que anuncia, o advierte, que la historia tiende a repetirse.

Porque, como señala el autor en una entrevista con EFE, no hay que dar por sentado que los europeos aprendieran lo suficiente de aquella devastación, de todas las atrocidades producidas durante la II Guerra Mundial -de cuyo fin se cumplen 75 años este 2020- y que dejó a la vista el ADN violento del continente.

"Fue tan brutal que no se sabe realmente cuánta gente murió. Los más 'optimistas' hablan de cuarenta millones. Los más pesimistas de sesenta. Es decir, veinte millones de personas que no se sabe si murieron o no", resalta el autor, que insiste en que ocho décadas después, y con víctimas aún vivas, son muchos hoy los que desconocen el alcance de la barbarie.

La idea de este "Hitler" a la fuga, que lo primero que hace es afeitarse el bigote -y convertir a su barbero en el cadáver con el que engañar a las tropas rusas que tomaban Berlín- le surgió a Martínez por el auge de ideologías ultras en Europa y EEUU, y tras toparse con una supuesta foto del líder nazi huido a Argentina.

"Una imagen que se decía que era de la CIA, pero que era un claro montaje porque se trataba de una foto anterior de Hitler. Pero como punto de partida era interesante acercarse al hombre que se convirtió en el mal por antonomasia", comenta el autor de una obra que exhibe a un Hitler quejica, oculto bajo la identidad de Roderich Fleischer, un vulgar carnicero.

El autor era consciente de la dificultad de abordar la figura del líder nazi, al que no se puede sin más caricaturizar sin temor a relativizar la ideología supremacista que había detrás de él.

"Tiene el acabado de un cómic, pero no he querido hacer nada humorístico. De hecho, me aseguré de que así fuera y pedí a un amigo alemán que lo revisara para que no resultara ofensivo", explica Martínez, autor también de "Plutocracia. Crónica de un monopolio global", sobre el poder de las grandes corporaciones.

Martínez cree que la licencia histórica de su novela es solo eso, una excusa de ficción para hablar del reguero ultra dejado por el nazismo y otros movimientos fascistas.

"Al final, el hecho de que Hitler sobreviviera o no es lo de menos. Nunca lo sabremos. Pero me da igual, de lo que se trata es de lo que ocurre tras él. De ese pensamiento que ahora está resurgiendo, si es que alguna vez desapareció", comenta el dibujante valenciano en una entrevista hecha pocos días antes de la matanza de tintes racistas de Hanau (Alemania) en la que un hombre mató a tiros a diez personas, la mayoría inmigrantes.

En "Mi retiro", tras fugarse del búnker, Hitler viaja primero a España -"país de subhombres" con "una herencia genética deplorable", critica a un amigo- sin revelar su identidad a sus antiguos aliados, y donde tan solo se cruza con Franco cuando en el cine ve al dictador español inaugurando un pantano en el NO-DO.

En esos primeros años, y a pesar de los juicios contra sus secuaces y del nacimiento del Estado de Israel, este Hitler aún ve posible la vuelta del régimen nazi, y ya en Argentina se reúne con unos adeptos en un conciliábulo donde uno de ellos resume el temor que inspira esta obra.

"Lo realmente difícil era que ocurriera una primera vez. Pero una vez ha sucedido ya, ¿por qué no una segunda? El germen está ahí y siempre habrá a quien interese hacer suyas nuestras ideas", afirma en un terrorífico alegato un asistente uniformado de las SS.

La novela se aproxima también a una de esas raras paradojas de la historia, la coincidencia de que el Adolf Hitler niño compartiera aula con Ludwig Wittgenstein, uno de los mayores pensadores del siglo XX, como atestigua una vieja fotografía de la época, en la que apenas les separan un par de compañeros.

El vengativo Hitler de Martínez está obsesionado con el filósofo, escapado de la Alemania nazi, con quien pretende reunirse para conocer "cómo piensa el enemigo" antes de ejecutarlo.

Y aunque a Martínez le interesaba esa "confrontación", no la lleva a la práctica, porque Wittgenstein, de origen judío, nunca habló de política "y no quería poner en su boca palabras que no fueran suyas".

Como alternativa a ese encuentro imposible, el Hitler fugado -al que ya persiguen los servicios de inteligencia de EEUU- mantiene en la sala de espera de un aeropuerto una reveladora charla con un pasajero, casualmente amigo del filósofo, que desvela la estrategia de los movimientos ultra: ideologías basadas "en mentiras y en la manipulación del lenguaje".

Martínez recuerda cómo el nazismo "retocó" el pensamiento de Nietzsche con el apoyo de la hermana del pensador, que llegó a modificar sus textos, para convertirlo en el filósofo del régimen.

"Nietzsche acabó con la búsqueda de la verdad en la filosofía: no hay hechos, solo interpretaciones. Los nazis utilizaron esa idea, repetir una mentira hasta que al final se convierta en verdad", subraya el autor, que critica que en las sociedades actuales a los políticos se les exija transparencia en los presupuestos, pero no tanto en la gestión de la verdad. "No olvidemos nunca que el nazismo dedicó sus primeros años a fabricar su verdad", concluye. 

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