La compositora Inmaculada Pérez Frutos, profesora del Conservatorio de Música Ángel Barrios de Granada, acaba de ganar dos concursos internacionales de composición de Alemania y Polonia. Su afición oculta son las matemáticas: estudió Empresariales.

¿Cómo empezó en la música?

Es una larga tradición familiar. Mis padres son monitores de baile de salón. Mis tíos son músicos y mis abuelos también. He estado sumergida en el mundo de la música desde que tengo uso de razón.

¿Por qué guitarra y piano?

Fue idea de mis padres porque yo no sentía atracción especial por ningún instrumento. Luego descubrí que la decisión era acertada. El piano es necesario para la composición y la guitarra clásica es tan frágil y expresiva que me permite transmitir sensaciones.

¿Cómo se dedició a participar en concursos?

Es una opción a la que me he visto obligada. Es uno de los pocos caminos que podemos usar los jóvenes compositores para alcanzar un cierto reconocimiento, que se traduce en encargos.

¿Están valorados los artistas de música clásica?

Pienso que no. Las instituciones están avanzando, pero su labor es indispensable para que el trabajo de los artistas llegue a la sociedad.

¿Qué es lo que más le gusta de dar clase?

Enseñar a amar, comprender y disfrutar la música clásica, en especial la de los siglos XX y XXI; poco reconocida.

¿Y de componer?

Componer es una necesidad interna de trasmitir lo que siento, de canalizar hacia la música la inspiración que a veces me surge a través de otras manifestaciones artísticas, pictóricas, arquitectónicas, literarias...

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