Madonna ofreció en Cheste el último concierto en España de su gira
Sticky and Sweet. Un espectáculo de l
uces, imágenes y coreografías pautadas por un estricto guión. Acudieron más de 50.000 personas.
Vestida con corpiño negro y botas de cuero, apareció en su trono para delirio de los fans y
abrió el espectáculo con Candy Shop, el primer corte de su último trabajo. Lo hizo a las diez en punto, y al instante se encendió un mar de pequeñas luces de cámaras y teléfonos móviles.
Puesta en escena milimetrada
Un "hola Valencia" bastó para ganarse a un público.Acompañada de 16 bailarines y 12 músicos hizo una puesta en escena perfecta. Incluidas sus referencias al tercer mundo y a la campaña electoral norteamericana. Llamó "stupid" a McCain y calificó de "oportunidad" a Obama.
Al igual que en Sevilla, la cantante recurrió a los tópicos españoles:
los toros y el flamenco. Pero también soltó algunos "te amo" y "ándele", aunque ésta última expresión se utilice a 9.000 kilómetros de aquí. Para completar el homenaje, cantó
La isla bonita o
Spanish Lesson.
El resto fue
una concesión al espectáculo tecnológico y a la cultura del videoclip marcado por el vacío artístico de su último álbum,
Hard Candy, y salvado por los mayores éxitos de su carrera. Pero las grandes producciones sirven para camuflar las apariencias y convertirlas en virtudes.
Música dance para terminar
Se bailaron hits como
Into the groove y se corearon otros como
Like a virgin. La reina del pop, además,
hizo gala de su pacto con el diablo -o con su entrenador personal- y condujo un show milimetrado de momentos álgidos, especialmente con canciones como
Like a prayer o
Vogue.
La música dance protagonizó los últimos temas que la reina del pop brindó a sus incondicionales,
con Ray of light y Hung up a ritmo de intensos beats que abocaron al descontrol.
Give it 2 me, una leve despedida y un enorme
Game Over en las pantallas. Fin de fiesta.
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