Delphine Seyrig, la musa insumisa

  • ‘Musas insumisas’ explora el papel de la mujer en la vida y el cine a través del trabajo de la actriz gala y sus colegas.
  • La exposición, en el Museo Reina Sofía de Madrid, se puede visitar hasta el próximo 23 de marzo.
Seyrig, empuñando una cámara durante el rodaje de ¿Cuál es nuestro sitio el Primero de mayo?, 1976, París. Cortesía de Catherine Bernheim.
Seyrig, empuñando una cámara durante el rodaje de '¿Cuál es nuestro sitio el Primero de mayo?', 1976, París. Cortesía de Catherine Bernheim.
MUSEO REINA SOFÍA
Seyrig, empuñando una cámara durante el rodaje de ¿Cuál es nuestro sitio el Primero de mayo?, 1976, París. Cortesía de Catherine Bernheim.

Hasta el 23 de marzo, puede visitarse en el Museo Reina Sofía Musas insumisas. Delphine Seyrig y los colectivos de vídeo feminista en Francia en los 70 y 80, una exposición que explora la encrucijada entre el cine, el vídeo y el feminismo a partir de la peculiar figura de esta actriz, activista y realizadora.

Proyectaba una imagen sofisticada, símbolo de una feminidad ideal, casi etérea. La figura de Delphine Seyrig (1932-1990) encarnó en el cine francés de los años 60 al arquetipo de diva burguesa. Llegó a trabajar en películas de directores como Alain Resnais, Joseph Losey, François Truffaut o Luis Buñuel. Sin embargo, tras las revueltas de Mayo del 68, y coincidiendo con la segunda ola del feminismo, cobró conciencia del sexismo estructural que dominaba la industria cinematográfica. 

Fue entonces cuando su vida personal y profesional dio un giro. No sin dificultades, pues ser actriz, haber disfrutado de los privilegios de su profesión y con una apariencia física que personificaba los cánones de belleza de la época, chocaba con su activismo dentro del movimiento feminista. También es cierto que desde su posición encontró un altavoz aventajado que le permitió colaborar estrechamente con el movimiento por la liberación de las mujeres.

De la actuación a la acción

Al mismo tiempo que reflexionaba sobre las estructuras de poder que limitaban su vida como mujer y como actriz, Seyrig descubrió las posibilidades creativas que el nuevo vídeo portátil ofrecía como herramienta de protesta política. Comisariada por la escritora Nataša Petrešin-Bachelez y la historiadora del arte Giovanna Zapperi, la muestra arranca con una sección titulada De la actuación a la acción, en la que se incluyen obras que ilustran ese periodo de transición de la actriz. 

En una ocasión le preguntaron en qué consistía para ella el feminismo. "En mi comunicación con otras mujeres, eso es lo primero. Escuchar a otras mujeres, hablar con ellas… no podría vivir sin eso", respondió. Y así se refleja en la exposición, compuesta por un total de 230 obras en formato vídeo, foto, instalaciones y otros materiales documentales firmados por Delphine y el resto de sus compañeras.

Las insumusas

Fue precisamente a partir de su relación con la videoartista Carole Roussopoulos cuando sus inquietudes comenzaron a materializarse, pues esta consiguió una cámara portátil, lo que en 1975 les permitió salir a las calles a grabar las manifestaciones feministas masivas que tuvieron lugar durante ese año. Las dos, junto con Iona Wieder, fundaron Las insumusas (neologismo en francés que combina "insumisas" y "musas"), un colectivo de video feminista que exploraba la representación de las mujeres en los medios de comunicación, sus roles sexuados, la discriminación laboral, el aborto o el cuerpo como herramienta de lucha y resistencia. En este contexto, Seyring comenzó también a dirigir películas, utilizando el video como herramienta emancipadora que les permitía reinventar los modos de producción audiovisual. 

Algunos de los títulos más relevantes fueron SCUM Manifiesto, Maso et Miso vont en bateau (Maso y Miso van en barco) o Sois belle et tais-toi (Calladita estás más guapa), todas de 1976. En esta última, reunieron a 24 actrices francesas y norteamericanas, entre ellas Jane Fonda, Maria Schneider, Juliet Berto, Marie Dubois, Viva Lors y Ellen Burstyn o Anne Wiazemsky, quienes reflexionaban sobre la manera en la que el género afectaba a su trabajo y cuál era su función dentro de la industria cinematográfica. Testimonios que, en la era del Me Too, encuentran una especial resonancia.

Carole Roussopoulos graba a Barbara durante el rodaje de Las prostitutas de Lyon hablan, 1975. Alexandra y Géronimo Roussopoulos.
Carole Roussopoulos graba a Barbara durante el rodaje de 'Las prostitutas de Lyon hablan', 1975. Alexandra y Géronimo Roussopoulos.
MUSEO REINA SOFÍA

Nuevos roles femeninos

Durante los años 70 y 80 también trabaja con directoras como Chantal Akerman, Liliane de Kermadec, Marguerite Duras, Agnès Varda y Ulrike Ottinger, lo que le permitió experimentar con nuevos roles femeninos a los que, con directores masculinos, no había tenido acceso. Como consecuencia, algunos directores dejaron de contar con ella e, incluso, algunos actores se negaron a ser sus compañeros de reparto. Sin embargo, su labor bajo la dirección de todas esas cineastas, le permitió encarnar papeles alejados de esa pasividad asociada a las divas y ahondar en la complejidad de la vida de las mujeres. Ese compromiso estético y político fue más allá de la gran pantalla y se materializó, también, en la promoción de festivales y debates en torno al cine realizado por mujeres.

La lucha transnacional

Una parte central de la muestra se centra en la implicación de Seyrig y sus colegas en las causas feministas de distintas partes del mundo. Coincidiendo con los movimientos antiimperialistas de la época, se posicionaron, por un lado, a favor de la causa palestina, los Panteras Negras o los presos políticos en España, Alemania, Estados Unidos y Brasil; por otro, contra la Guerra de Vietnam y las torturas a los prisioneras políticas en Latinoamérica. 

Señalaron, además, los conflictos internos del movimiento feminista de la época en Francia, y pusieron el foco en la creatividad disidente, estudiando la relación entre creatividad y locura, sumándose así al movimiento antipsiquiatría. Las insumusas y sus compañeras de profesión, desde su posición privilegiada, dieron voz a mujeres que, de otra forma, no hubieran podido ser escuchadas.

El Centro Audiovisual Simone de Beauvoir

En 1982, Seyrig, Roussopoulos y Wieder fundaron en París el Centro Audiovisual Simone de Beauvoir con la misión de conservar la documentación de la lucha feminista de la época en Francia y más allá de sus fronteras. Un visión histórica que, como recoge la exposición, nos permite hoy ser conscientes de cómo encararon cuestiones como el derecho al aborto, el trabajo sexual, la liberación gay y lésbica, la situación de las trabajadoras inmigrantes o la crítica al modelo de televisión.

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