Un siglo de recuerdos

  • Homenaje a los ciudadanos que, como el Ayuntamiento, cumplen 100.
  • Recuerdan historias que ni los libros recogen.
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Los centenarios se dejan retratar con el alcalde.
Los centenarios se dejan retratar con el alcalde.
PABLO ELÍAS
Los centenarios se dejan retratar con el alcalde.

«¿Qué si ha cambiado la ciudad en los últimos cien años? Horrores. Del río hacia allá no había nada y a partir de las vías tampoco». La mayoría de los vallisoletanos tenemos que recurrir a los libros o a las hemerotecas para conocer cómo era la ciudad hace un siglo, pero Albino y unos pocos más sólo tienen que acudir a sus recuerdos.

La ciudad homenajea a los vallisoletanos que han pasado ya de la centena. Muchos no pudieron asistir, pero 18 de ellos acudieron al Ayuntamiento y emocionaron a los asistentes con sus curiosas historias.

El tiempo renueva todo

Como la que contó Concepción Manríquez que como benjamin del grupo (aún no ha llegado a los 100 años, los hará en diciembre) la tocó erigirse en portavoz: «Me acuerdo como en aquella época, en la calle Tudela teníamos que ir a por agua a la Circular. Entonces, todo funcionaba a la velocidad de nuestros pies», explica. «Había fuentes en las calles, serenos y talleres, pero el tiempo se encarga de renovar todo. Como la iglesia en ruinas de San Martín, donde vivía, que hoy se ha convertido en un flamante edificio sede del archivo, que precisamente se encarga de recordar que hay cosas que merece la pena no olvidar».

Eran tiempos sin coches. Con bicis, carros y tranvías. Y también con Ayuntamiento, el mismo que, como Concepción, cumple ahora cien años. Ayer ella se confesó: «Para mi siempre fue un amigo que hasta ahora nadie me había presentado. Y en mi epoca estaba mal visto que fuera una mujer la que se presentase». Desde ayer, su amigo no olvidará la emotividad de sus palabras y tampoco las de los otros 17 centenarios.

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Albino Nieto. «Yo reformé pasillos del Ayuntamiento». «Trabajaba en la construcción y me toco esta obra. Pero ya los han vuelto a cambiar. Recuerdo que Valladolid era un ciudad pequeña y abandonada, pero se vivía y se paseaba muy a gusto».
aMaría del Pilar. «Jugábamos a la soga y al diábolo». «Íbamos al Poniente todas las mañanas. Éramos 10 hermanas. Recuerdo también el tranvia. Mi padre trabajó como arquitecto del Ayuntamiento. Hoy (por ayer) he estado en lo que fue su despacho».

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