Una broma más que pesada. Luis G. G., de 73 años, se encontró el pasado martes por la mañana con su propia esquela, puesta en el portal de su casa, anunciando la hora y el sitio de su entierro.

El cartel estaba puesto desde la noche anterior. Luis se encontraba de vacaciones y pasó por casa de casualidad. Carmen, vecina desde el año 72 del supuesto finado, se llevó un susto de muerte al verlo aparecer por la puerta: «Me dio taquicardía y menos mal que era de día, porque si llega a ser de noche, me caigo redonda al suelo».

Misa en su memoria

Otros vecinos se acercaron incluso al cementerio sin encontrar el sepelio correspondiente y hubo algunos que hasta fueron a oír misa en su memoria. Al estar en otra casa de vacaciones nadie podía localizarle, aunque Luis recuerda que lo llamaron mucho por teléfono para ver si estaba vivo. «Lo peor no es el daño que me hacen a mí, sino a la gente que me conoce y me quiere», asegura el afectado que, al menos, de la experiencia afirma haber sacado algo bueno: «he comprobado el cariño que me tenía la gente. Me ha sorprendido la reacción de todos los vecinos».

Sobre la autoría, no se sabe quién puede haber sido el causante de esta siniestra broma. Luis G. afirma no tener enemigos, aunque recientemente tuvo una disputa con el inquilino de un piso de su propiedad, que se saldó con una orden judicial de desahucio contra el arrendatario.