El tiempo es el mayor y más efectivo cicatrizante. Que se lo digan a Ágatha Ruiz de la Prada quien, después de llevarse una gran decepción por las fotografías en las que su novio, Luis Miguel Rodríguez, aparecía en compañía de otra mujer, ha conseguido darle una segunda oportunidad.
Las aguas bajan de nuevo tranquilas entre ellos, quizás porque la diseñadora sabe que, a pesar de que el empresario en ocasiones es inapropiado y exagerado en sus gestos y maneras, nunca le ha sido infiel o desleal. Han empezado el año juntos y con planes de futuro.
Aunque el amor no entiende de predicciones, es cierto que él bebe los vientos por ella. Me impactó que él mismo me confesara que, tal vez, nunca antes había estado tan enamorado de ninguna mujer. Luismi se deshace al hablar de Ágatha. La considera una de las mejores personas que ha conocido nunca. La ensalza y la valora con esa emoción que solo transmite un enamorado.
Eso sí, el empresario no puede ocultar sus preocupaciones. Está resolviendo con admirable calma sus problemas con la Agencia Tributaria. Cumple, con rigurosidad, todos los pagos pendientes y está convencido de que logrará ponerse al día. Por el contrario, Ágatha está mucho más tranquila.
Lo pude percibir hace unos días cuando disfruté de una comida fantástica en su espectacular finca de Madrid. No hay más secreto para su belleza que saberse querida y respetada. No solo por su novio, sino también por sus hijos, la fantástica Cosima y el genial Tristán y la camada de perros con los que convive en un oasis repleto de colores e ilusiones.
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