Al parecer, el vehículo iba conducido por un terrorista suicida que lo hizo estallar delante de la sede de la Dirección de la Policía de esa ciudad sobre las 15.00 hora española.
Las fuentes no descartaron que la cifra de víctimas mortales, entre las que se encuentra un agente, pueda aumentar debido a la gravedad de algunos de los heridos, muchos de ellos policías. La explosión causó, además, abundantes daños materiales en el edificio.
Este atentado se produjo horas después de que otro terrorista suicida detonara un cinturón de explosivos que llevaba adosado a su cuerpo entre los fieles congregados en una mezquita en Sinyar, en la provincia septentrional de Nínive, y causara tres muertos y 17 heridos.
Fin de la calma
Los ataques de este viernes rompen la calma relativa que se vive en Irak, gracias al descenso de la violencia.
El último atentado más mortífero se registró el pasado 14 de agosto en Iskandariya, a 50 kilómetros al sur de la capital, donde 27 fieles chiíes fallecieron y otros 75 resultaron heridos en un atentado perpetrado por una mujer suicida.
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