Los asesinatos, muchos de ellos de discapacitados físicos y ancianos, han ocurrido en Puning, en la provincia sureña de Cantón, donde la Policía y el Gobierno locales investigan una banda que traficaba con estos cadáveres y han detenido a nueve sospechosos, en la localidad de Nanxi (dentro del mismo término municipal).
En China, es tradición desde hace siglos enterrar a los familiares fallecidos, pero en las últimas décadas, debido a la superpoblación en los cementerios de todo el país, es obligatorio incinerar los cadáveres, algo que no es del agrado de las familias tradicionales. De esto se aprovechó, al parecer, la banda de Puning y sus clientes: la familia del fallecido llevaba el cadáver comprado de un asesinado a la ceremonia de cremación, haciéndolo pasar por su pariente muerto, y después, clandestinamente, enterraban a su ser querido de cuerpo entero, como manda la tradición.
La cremación, instaurada en los años 50, se inició por deseo de Mao Zedong con el fin de acabar con "creencias supersticiosas" de la China rural acerca de la vida en ultratumba de los fallecidos.
Según la prensa de Hong Kong, las víctimas eran engañadas y llevadas a zonas remotas donde eran estranguladas o envenenadas.
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