La triste historia de la única persona herida por un meteorito

  • ​Ann Hodges es la única persona que ha sufrido un impacto de este tipo en la historia.
Ann Hodges
Ann Hodges
Jay Leviton / LIFE
Ann Hodges

Ann Hodges pasó a la historia el 30 de noviembre de 1957 cuando se convirtió en la única persona herida por el impacto de un meteorito. Le ocurrió mientras estaba dormida en su casa de Sylacauga.

Entonces tenía 31 años y estaba durmiendo en su sofá cuando algo la despertó sobresaltada. Había sido golpeada en un costado y toda la estancia estaba llena de polvo. En un primer momento creyó que la chimenea de su casa se había venido abajo provocando todo aquello.

Sin embargo, lo que en realidad había ocurrido era que había sido impactada por un fragmento de cuatro kilos de un meteorito que se había partido en dos, convirtiéndose en la única persona que ha sufrido hasta la fecha un incidente de estas características y es que las posibilidades de que algo así ocurra son aún menores que la de ser alcanzado por un rayo. Concretamente una entre 1,6 millones, explican desde ABC.

Ann Hodges fue hospitalizada, pero lo peor no vendría por esa herida, que no revestía gravedad, sino por todo lo que envolvió su historia después. Primero, se abrió una batalla por la custodia de la roca. Custodiada en un primer momento por las Fuerzas Aéreas, estas prometieron devolvérsela a Hodges tras analizarla, pero la casera de esta la reclamó llegando a resolverse todo en los tribunales, que dieron la roca a la protagonista de esta historia, que tuvo que pagar 500 dólares por daños y perjuicios a su casera.

La roca acabaría en el Museo de Historia Natural de Alabama tras años sirviendo de pisapapeles de Ann y su marido tras los intentos fallidos del matrimonio por venderla. Ann Hodges no ganó dinero, pero sí fama, una fama que le acabaría pasando factura, desembocando en problemas mentales y patologías que la llevaron, primero, a divorciarse 10 años después del impacto y a acabar en un psiquiátrico con 52 años, donde murió al sufrir una insuficiencia renal.

El otro fragmento que cayó en Sylacauga y su dueño, un granjero llamado Julius Kempis McKinney, corrieron una suerte bien distinta. Tras contactar con un abogado, este granjero logró vender la piedra y comprarse una casa y un coche.

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