Si eres mujer, posees una voz como la de un pato y tienes entre los 2 y los 4 años de edad, ser diosa podría estar al alcance de la mano. Nepal busca nueva diosa viviente para sustituir a la antigua, que con 11 años ya es demasido vieja para el cargo. Urge encontrar alguien que reemplace a Preeti Shakya antes del fin del verano.

Preeti, ante la cual miles de peregrinos se han arrodillado desde que se convirtió en diosa -con sólo cuatro años- debeá retirarse, de acuerdo al protocolo de los oficiales del templo en Katmandú, antes del festival hindú anual de Dasain que se celebrará en octubre.

Pero los requisitos que tiene que cumplir la nueva diosa no son banales: voz que suene "tan suave como la de un pato", el cuerpo de un "árbol de Banyan" y el pecho "de un león".

Así hasta 32 características físicas, que se distinguen por la búsqueda de la perfección, y entre las que se encuentran, además, el pelo, la piel, los dientes y los ojos. Por si fuera poco, una carta astral "favorable" es elemento indispensable, así como no tener miedo a la oscuridad.

Pero quien cumpla con todos estos requisitos y sea coronada diosa,también gozará de privilegios: comer lo que le apetezca y actuar con total impunidad. Durante más de 200 años, antes de que Nepal aboliera la monarquía, las diosas Kumari eran conminadas a acatar el poder real.

Las diosas no son para el socialismo

Pero la forma de gobierno en Nepal ha dado un giro copernicano este mismo año. La monarquía ha sido abolida, y en las elecciones de abril, los representantes de la guerrilla maosista ganaron la mayor parte de los escaños en el Parlamento. Por esto, la elección de una nueva diosa quedó en suspenso.

El nuevo Primer Ministro, el comunista Prachanda, no es lo que se dice un fan de las diosas niñas. Como ha recordado un dirigente del partido, "las Kumari no son una institución esencial del nuevo Nepal". Y lo mismo piensan muchos otros compañeros de viaje, para quienes el rígido sistema de casta hindú es incompatible con el socialismo.

Con todos estos condicionantes, la elección de una nueva diosa es una tarea complicada para los monjes. Por un lado, el rechazo de las instituciones; por otro, el creciente desapego de las familias, que han pasado en un par de generaciones de ofrecer cientos de hijas para optar a la divinidad, a prácticamente desertar de la convocatoria.