Llorando con... 'Wall-E'

Eve y Wall-E, protagonistas de la última cinta de Pixar.
Eve y Wall-E, protagonistas de la última cinta de Pixar.
DISNEY/ PIXAR
Eve y Wall-E, protagonistas de la última cinta de Pixar.

Lloró. Lloró como lloran los que nunca lo hacen. Con hipo, con lágrimas, con ruido, pero sin rabia. Lloró todo el tiempo que duró la película.

Tan grande, tan serio, tan peligroso, tan lleno de culpas, de cargas y de delitos, de rechazo, de locura, de traumas y de nombres que no coincidían con el suyo. Ni siquiera yo sabía cuál era. Todos le llamaban el violador, el loco, el psicópata.

No sé qué me llevó a hacerlo, o tal vez lo sepa y luche por creer que no lo sé, porque así me resulta más fácil, menos doloroso. Me escudé, cuando me hice con la copia ilegal de la película, en que ya había puesto películas (también copias ilegales) otras veces a otros enfermos. Es parte de lo que hago como voluntaria del hospital: buscar maneras de ayudar, de entretener, de acelerar el tiempo a los que están aquí dentro.

Si me confieso la verdad... Si me atrevo a decirme que en realidad ya me gustaba antes y por eso me hice con la copia de la película...Me daba vergüenza que pensara que era una idiotez ver una película de animación, me daba vergüenza contarle que yo había ido al cine tres veces a verla y que me encantaba,

me daba vergüenza hasta pronunciar el título, decir
Wall-E me hacía sentir ridícula.

Sin embargo lo hice. Lo llevé a la sala de la tele y le puse el vídeo. No decía nada, tampoco me miraba. Quería que me mirase, que se fijara en que me había pintado los ojos y puesto un vestido nuevo. Quería que me abrazara.

Empezó la película, y sólo entonces fui consciente de que a lo mejor no había sido tan buena la elección. No quise mirarlo. Sólo lo hice cuando escuché que se le alteraba la respiración, que algo parecido a un gemido de angustia le salía desde un lugar que debía de estar muy dentro.

Lloraba. Estaba llorando como un niño abandonado. No era un llanto de arrepentimiento, o a mí no me lo parecía, era un llanto triste que venía de muy atrás y de muy lejos.

Cesó cuando terminó la película. Entonces me miró, me miró como yo deseaba que lo hiciera, me miró de un modo que no quiero olvidar aunque me duela y me lleve a ver Wall-E una y otra vez todas las noches, cuando llego a casa, tras la diaria visita que le hago a... él. Prefiero no decir en alto su nombre, todavía no, aunque ya sí lo sepa y se lo diga muy bajito al oído en un intento de borrar todos los demás nombres con los que ha de vivir casi cada minuto de su vida.

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