Análisis no verbal del debate electoral: más allá de las palabras

Los cinco candidatos en el debate de la Academia de la TV
Los cinco candidatos en el debate de la Academia de la TV.
EFE
Los cinco candidatos en el debate de la Academia de la TV

Pedro Sánchez se mantuvo inalterable aún siendo la diana de la contienda, no escucha, se aísla, se centra en sí mismo; solo se detectan miradas de reojo y sutiles expresiones de superioridad. Curiosamente cuando más reacciona, negando con la cabeza y sonriendo con desprecio, se produce cada vez que Iglesias pronuncia “usted y yo”, le molesta, rechaza esa unión verbal.

Pablo iglesias sigue con bolígrafo en mano, un recurso que le resta seguridad como orador preparado; también continúa su rol conciliador, su gesto protagonista son los brazos abiertos con las palmas de las manos hacia arriba, la postura de la moderación, Cuando todos alzan la voz, él la baja notablemente. Pierde fuerza en su discurso aunque gana en concordia, ya no proyecta la agresividad de sus comienzos. Es el que más ha cambiado su estilo de comunicación, sin duda.

Los cinco candidatos en el debate de la Academia de la TV. (EUROPA PRESS)

Santiago Abascal no entra en confrontaciones cara a cara, casi ni participa del debate, se dirige al público en formato mitin, sobre todo en la primera mitad de su intervención. Su tempo en el mensaje es bueno, aunque le falta garra y emoción, resulta frío. Eso sí, encaja los ataques directos con amplias sonrisas, con verdadero deleite, le agrada sentirse por fin protagonista, que le hayan dado su sitio, aunque sea el foco de la polémica, es el que más ha disfrutado.

Pablo Casado tiene el don de la racionalidad, avasalla con datos y agilidad sin perder los nervios ni alterarse, es el que más controla el debate de manera natural. Es interesante el momento con mayor intensidad emocional: Muestra extrema sorpresa (casi se le salen los ojos de las órbitas) cuando Rivera le rebate o le ataca mínimamente, casi no puede ni creerlo, es el instante en el que se le ve más desconcertado.

Si Albert Rivera utilizara más las pausas y los silencios tendría más poder en conectar con el público, se acelera demasiado y no interiorizamos lo que expresa. Rivera sigue fiel a los recursos visuales para captar la atención del público y marcar sus ideas en la memoria de la audiencia. Los objetos de impacto llegan más que las palabras, es buena estrategia pero si abusa le resta seguridad, pareciera que ya ‘necesita’ de ese recurso para defender su discurso. Pierde seriedad, coherencia y convicción.

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