Acacias blancas, ciruelos, celestinas, damas de noche, adelfas, jacarandas, robinas, naranjos, limoneros… Así hasta medio centenar de especies vegetales diferentes. Toda esta riqueza encierra la flora de los jardines del Valle, enclavados en una céntrica zona de la ciudad colmatada de edificios y rodeada de un intenso tráfico rodado. Aún así, el frescor de sus paseos y el sosiego que puede respirarse sentado en alguno de sus bancos lo convierten en uno de los rincones con encanto de Sevilla.

En este lugar se fundó, a principios del siglo XV, el convento del Valle, que adquirió su nombre del enclave en el que se asentó. Más tarde, en 1866 el edificio fue adquirido por la marquesa de Villanueva para establecer el Colegio de Religiosas del Sagrado Corazón. Y es precisamente el jardín con el que contaba el colegio el que, al desaparecer éste, se convirtió en un parque para uso y disfrute de sevillanos y visitantes.

Buena parte de su perímetro, donde se respira paz a cualquier hora del día, está protegido por la antigua muralla de la ciudad, destinada a persuadir contra la guerra.

El jardín está diseñado según una calle central en la que confluyen varias adyacentes y en él pueden distinguirse dos zonas: una de gran amplitud cubierta de vegetación y una plaza, a la que se accede nada más entrar, que proporciona una estancia ideal para disfrutar de los rayos del sol.

A pesar de los encantos que encierra y de estar enclavado en el centro de la ciudad, entre las calle Sol y la avenida de María Auxiliadora, los Jardines del Valle es uno de los espacios verdes menos visitados por los vecinos de Sevilla.

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