Ya ni siquiera es un escritor frustrado. Dejó de serlo hace once años, los mismos que el joven de la entrevista que acaba de leer dice que le gustaría seguir en la Fórmula 1.
La plaza en el Ministerio de Trabajo que tanto celebraron sus allegados fue el final de todos los anhelos. También acabó con sus deudas y sus noches en casa de su madre y le dio, además de una triste independencia en un apartamento sin sol, la opción de creer que a partir de entonces tendría la base para dedicarse sin tanta presión a lo que de verdad le gustaba.A lo mejor es que nunca quiso tanto ser escritor como había creído. Puede que él no tuviera la fuerza, la destreza o la suerte, o las tres cosas a la vez como para coronar
Es un poco obsesiva la manera en que esta mañana lee una y otra vez la entrevista, sobre todo teniendo en cuenta que jamás lee la sección de deportes.
Lo de la mala suerte ya no sirve. Igual que ha dejado de valer la frustración de un sueño. Ya sólo le quedan espinas pequeñas como la entrevista y el triunfo de otros. Está tan lejos que ni siquiera llega a doler. Escuece, sólo escuece.
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