
El autor, que se siente de Barbastro (Huesca), nació en Buenos Aires, como se cuenta en la página 139 de la novela que acaba de publicar, El hijo del doctor (Vegueta). No es fácil explicarse de dónde ha sacado este hombre la técnica, el material y la destreza narrativa indispensables para escribir una novela monumental (su primera novela) que abarca más de siglo y medio de la historia de España y cinco generaciones de una misma familia.
¿Cuántas veces se ha leído usted, enteros, los Episodios nacionales de Galdós? ¿Yo? ¿Por qué me pregunta eso?
Porque es completamente imposible escribir lo que ha escrito usted sin haberse leído a Galdós. Y a Tólstoi. Y a Balzac y a Victor Hugo. Y a García Márquez, por descontado. Habrá sonado la flauta… (risas)
En literatura no hay flautas ni quien las sople. ¿Cómo se le ocurrió esta inmensidad? Esta novela es una gran metáfora sobre mi familia, o sobre una familia que podría parecerse bastante a la mía. Como es lógico, conocí a varias de las personas que inspiran a algunos de los personajes. No a todas. Pero desde hace muchos años tengo claro que a todos les unía un hilo conductor, una voluntad, casi podría decirse que unos principios a los que todos fueron leales a lo largo de mucho más de un siglo. En realidad he querido escribir una novela sobre la lealtad.
A mediados del XIX, el abuelo Román le dice a su hijo: “Adelántate, que ahora voy yo para casa”. Y aparece muchos años después en Buenos Aires. ¿De dónde sacó eso? De la memoria colectiva de la familia. No era tan raro. Ese es el detonante de la novela, lo que hace andar a todo lo demás.
Ha creado usted una galería de personajes gigantescos: Edelvira, por ejemplo, la viuda voluntaria y perpetua, tiene el tamaño literario de Úrsula Iguarán. ¿Cómo se documentó? ¿Cómo lo hizo? Ese personaje es enteramente inventado. Como muchos más.
Son personajes que no mueren, que se reproducen una y otra vez quizá no en la literatura, pero sí en la realidad
Venga ya. De verdad, son inventados. Casi me gustaría decir que son arquetipos, son caracteres que nacían en aquella tierra y en aquel tiempo tremendo. Pero son también reflejos de las heroínas clásicas: Medea, Electra, todas las grandes trágicas. Son personajes que no mueren, que se reproducen una y otra vez quizá no en la literatura, pero sí en la realidad. Edelvira da por muerto a su marido cuando desaparece, se viste de negro y, cuando el hombre asoma vivo en la otra punta del mundo, decide no aceptar la evidencia y seguir ejerciendo de viuda. ¿Qué quería usted que hiciera?
Pero todos se relacionan, todos interactúan unos con otros, los vivos y los muertos, como si el tiempo no existiese ni las distancias tampoco. La memoria hace eso. La memoria mal cerrada o mal enterrada permanece viva y hace que todos, los vivos y los muertos, se relacionen entre sí, discutan, se den sorpresas. En España sabemos de eso quizá más que nadie.

ildefonso garcía-serena
- Escritor y publicista. 1949, Buenos Aires.
Usted no vivió la guerra civil. Pero ¡cómo la cuenta! En realidad no cuento la guerra. Hablo de la tremenda determinación de un hombre, que no era un héroe precisamente, por sobrevivir a una catástrofe que era mucho más grande que él. Y está decidido a sobrevivir sin dejar de ser una buena persona, que es lo que más mérito tiene, me parece a mí. Y luego su mujer, que esa sí tiene más de heroína o al menos de tenaz, de tozuda, que se empeña en encontrar a su marido superando todas las dificultades imaginables. Pero eso lo hicieron algunas personas en la realidad. Lo único que yo hice fue meterme en la piel de ambos y contarlo.
Impresiona el viaje a América. En la familia “de allá” hay personajes tremendos, como Gianfranco Santoni, un fascista trasterrado… No, de trasterrado nada. Un fascista de los pies a la cabeza. No era el único ni muchísimo menos. Usted sabe que la Argentina de Perón fue país de acogida para muchos nazis huidos. No es el caso de Santoni, pero Argentina vivía entonces una época de bonanza que producía personajes como ese, que, desde lejos, se habían puesto de parte de Hitler y Mussolini en la guerra mundial. Y desde luego, de Franco en la otra guerra, en la de España.
Un personaje que va a enamorar al lector es el gran Picotas, el salvador. Oiga, ¿no estamos contando demasiadas cosas del libro? Ahora se llaman spoilers…
Tranquilo, es imposible contar demasiadas cosas de un libro como este. Me decía que Picotas… Picotas es un personaje necesario en la circunstancia en que aparece, y lo hace como la caballería americana de las películas, para auxiliar a los buenos. También hubo muchísimas personas así, afortunadamente para los españoles que llegaban a América con una mano delante y otra detrás.
Después de esta novela, ¿qué planes tiene? ¿Una segunda parte? Ya lo leerá… (sonrisa).
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