Según el comunicado oficial, los ministros han aceptado esta misión, y darán cuenta al Rey de sus resultados a finales de este mes. Bélgica se encuentra de nuevo hundida en la crisis política tras la dimisión del primer ministro, el democristiano flamenco Yves Leterme, que ha sido incapaz de superar las diferencias "irreconciliables", según sus propias palabras, entre las dos comunidades principales del país, flamencos y francófonos.
La petición de dimisión de Leterme hace dos días dejó a Bélgica en el bloqueo más total, apenas cuatro meses después de que el líder flamenco lograra formar a duras penas un gobierno de gran coalición.
Maniobra arriesgada
Los partidos flamencos, y en primer lugar la formación del primer ministro, el CD&V, habían condicionado la supervivencia del Gobierno federal a la conclusión, antes del 15 de julio, de un acuerdo sobre una nueva descentralización del Estado, incluida la escisión del distrito electoral y judicial de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV).
En estos cuatro meses, Leterme había conseguido que los cinco socios de la coalición (democristianos y liberales flamencos y francófonos, y socialistas francófonos) se pusieran de acuerdo sobre el presupuesto y un paquete socioeconómico plurianual, pero no había conseguido avanzar en el terreno institucional.
Casi sin tiempo, el primer ministro intentó una maniobra arriesgada, vincular a los presidentes de los ejecutivos regionales en las negociaciones para la reforma del Estado, que estaban siendo protagonizadas exclusivamente por los dirigentes de los principales partidos.
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