El pasado 1 de julio, A. V. y B. C. estaban tomando unas cañas y unas tapas en el local, cercano a la plaza Santo Domingo, junto a otros amigos. En un momento de la velada, una de las chicas le dio un beso a la otra, incomodando al dueño del bar, que mandó a un camarero a su mesa para decirles que estaban allí "para consumir, y no para esas cosas", según informó el diario El País.
El dueño tiene otra versión de lo ocurrido. Según defiende, el incidente está orquestado por un negocio de la competencia. "Tengo clientes gays y lesbianas y nunca he tenido ningún problema", cuenta Nicolás Parrondo, que llega 42 años dedicado al negocio de la hostelería en Madrid, incluso al frente de Chicote.
Según dice, el motivo de su reacción es que las chicas "se sacaron una teta y una comenzó a chupársela a la otra", asegura. Fue entonces cuando les pedimos que "se comportaran con corrección o que se marcharan".
Esta noche la puerta de su sidrería ha sido el punto de reunión de las parejas, homosexuales o heterosexuales, que se han sumado a la protesta "contra la homofobia" que todavía existe en la sociedad. El arma de esta reivindicación no ha sido otra que los besos que tanto incomodaron al restaurador.
Pero para él no parece ser ahora un problema. "Si se comportan les vamos a atender incluso dentro del local".
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