Centelles

Las palabras de mi abuelo volvieron a mi cabeza en el mismo momento en el que empezaban a raparla. "En la guerra", me contaba cuando era niña, "tu abuela cayó presa y lo que jamás pudo olvidar fue que le raparon la cabeza". A mi abuela la pegaron, la violaron... y sin embargo lo que quedó siempre en su recuerdo fue que le raparon la cabeza. Lo otro también, pero lo del pelo fue una humillación que no comprendía. Yo tampoco.Cuando sentí la cuchilla en mi cabeza volví a mi infancia, a mis cinco años, a mi abuelo y sus historias de la guerra. Se las pedía yo, "cuéntame historias de la guerra, abuelo", le decía. Lo escuchaba con la tranquilidad de la lejanía de creer que esas cosas nunca podrían sucederme a mí. Como si fuera una novela o una película. ¿

Cómo sospechar que yo sufriría lo mismo que mi abuela en tiempos que no eran de guerra?

Quise cubrirme mi cabeza pelada cuando los fotógrafos y periodistas me retrataron tras mi liberación. No supe o no pude. Los titulares de la prensa de estos días, las noticias de mi retención y de todo lo que me han hecho ya no me parece un cuento ni una historia. Lo soportaré, sé que lo soportaré, lo que no creo que pueda soportar es que un día, dentro de muchos años, una nieta mía me pida que le cuente historias de mi juventud. Tendría que decirle: no tuve... no tuve tiempo de tenerla.

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