La violencia doméstica está presente a diario en los atestados policiales. Raro es el día que no hay una denuncia en Valladolid por agresión, ya sea física, psicológica o por insultos y amenazas.
En junio, sin ir mas lejos, se han recibido 32 denuncias por malos tratos y, a día de hoy, están activas 879 órdenes de protección. Algunas de ellas son medidas cautelares hasta que salga el juicio, otras en cambio, son sentencias firmes que condenan al agresor a varios años sin comunicarse con la víctima.
En lo que va de año se han emitido 200, casi tantas como en todo 2004, es decir, desde entonces se han duplicado.
Eso sí, hay distritos con más trabajo que otros. El número 1 (Las Delicias, Pajarillos, Pilarica y Las Flores) es el que más órdenes de vigilancia acumula (177).
Violencia adolescente
El maltrato no se produce solo en la pareja, cada día hay más adolescentes que agraden a sus padres. «Y los casos que nos llegan son la punta del iceberg, hay muchos más, pero es difícil que una madre denuncie a su propio hijo», comentan desde el S.A.V.V.D.
Perfil del maltrato
Convivencia. En el mayor numero de casos la pareja lleva menos de dos años juntos. Aunque la violencia se vuelve a incrementar cuando pasan los 10 años.
Sin armas. En 4 ocasiones hubo armas en la agresión.
Edad. El mayor número de casos se produce cuando, tanto víctimas como agresores, tienen entre 41 y 50 años.
Medidas de protección. No siempre se producen. De 85 atestados de la Policía Municipal en 2007, en 46 no hubo ninguna orden de protección y, en general, sólo la mitad de las denuncias consiguen que el juez dicte alguna medida de protección.
Nuevas herramientas
Las nuevas tecnologías ya se aplican en el ámbito de la violencia doméstica. En Valladolid, a través de un servicio gestionado por Cruz Roja, hay 56 mujeres (los casos más graves) que cuentan con un teléfono con GPS que emite una señal que indica dónde están y permite escuchar lo que pasa al otro lado sólo con apretar un botón.
Si ya existen estos instrumentos (pulseras, localizadores etc...) desde el servicio de Atención se preguntan por qué no se controla al condenado en vez de a la víctima, ya que, «son ellas las que deben soportar la presión de la vigilancia y habría que evitar lo que se llama victimización secundaria. Fueron víctimas de su agresor y ahora del sistema».
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