Fue la mirada de Michael Stipe. El cantante de REM tuvo la culpa. El azul añil de sus iris llamó a los cielos y cayó el diluvio para hacer un mar en el Kobetamendi. El público estiraba sus palmas y las cerraba para aprisionar las gotas sobre sus cabezas chorreantes.

Anoche concluyeron tres días del Bilbao BBK Live Festival. Fue un evento cargado de aguaceros y de gente: el primer día congregó a 35.458 personas y el segundo a 28.121, 8.000 más de lo previsto. Anoche se reunieron 15.000.

La organización valló el domingo la campa frente al escenari principal porque estaba impracticable. También ha echado paja sobre los enormes charcos.

Será por la lluvia que Leny Kravitz llegó tocado con gorrito. Con él y su banda se hizo la noche el sábado. El cantante perfecto. Rockero, fuerte y mulato. Vocalista, guitarrista y teclista. Ora profundo, ora lúbrico, actuó sobre un cenagal de saltarines.

El cartel y el precio cribaron a los más jóvenes. Muchos asistentes eran ya menos habituales en conciertos multitudinarios. «Eh, no me empujes», pedían a los inquietos.

Tras Kravitz llegó REM. Repasó su último disco, y no falló a quienes les siguen desde hace 25 años. Losing my religion entonó la banda cuando el barro llegaba hasta la rodilla. Stipe era el Mesías, y con la camiseta del Athletic sobre su cuello izó el micro y metió al público en su bolsillo. Allí la lluvia no mojaba.

Por el mar de la campa también navegó a gusto el Message in a bottle de The Police. Con este tema empezó el viernes la banda resucitada. Un Sting con pezones puntiagudos, camiseta prieta y mirada autorrealizada fundió en una a todas las generaciones. Tequila y Madness tocaron este domingo. La lluvia dio un respiro, aunque el público tuvo que soportar hora y media de retraso durante todo el día. Hoy lunes, resaca y estornudo.

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