"Los especialistas no estaban en esa onda" y no tomaron en serio una propuesta que era "profundamente materialista, antiteleológica. No presentaba ningún fin. Era pura adaptación en el momento", algo que rompía con la teología natural del momento.
Visión materialista
Cuando estudió en Cambridge, Darwin (1809-1882) también era un creyente, pero al llegar a Latinoamérica en el barco Beagle en 1831 y comprobar la diversidad de las especies "vio cómo la teoría de un diseño divino chirriaba por todas partes", asevera Moreno. "Su visión científica y su aceptación de una visión materialista de la historia de la vida le convirtieron en un agnóstico".
"El mecanismo de la selección natural era un mecanismo con una enorme losa de sufrimiento y muerte para muchísimos organismos. ¿Cómo podía ser diseñada por un ser benévolo? En la naturaleza, los organismos están continuamente buscando recursos y eliminándose unos a otros", plantea el profesor.
Por eso, al llegar a Inglaterra, exponer su teoría requería una sólida argumentación. Darwin "quería elaborar un libro muy extenso sobre esta teoría, pero lo fue alargando hasta el punto de que sólo había preparado un breve ensayo, en 1844, que resumía su teoría y que lo dejó como testamento por si él moría", explica.
"No creo que Darwin tuviera miedo a la recepción. Eso es un mito. Quizás sí en los años treinta y cuarenta. Su reticencia por publicar era porque muchos eruditos son compulsivos y quería recoger todavía más datos", según Thomas Glick, historiador, hispanista, especialista en Darwin y miembro de la Sociedad Linneana.
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