La entrega de los Premios Mariano de Cavia, a mediados de mes, es la primera pasarela estival para gran parte de nuestra clase política. Para ella, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, escogió un vestido blanco, el color más recurrente en todos los armarios según van aumentando las temperaturas (su amiga Ana Botella utilizó un modelo similar para los Premios Yo Dona).

A pesar de que no es el tono más recomendable si de lo que se trata de borrar michelines, a Aguirre, que mide más de 1,70, se le veía muy favorecida.

Por su parte, la joven portavoz popular, Soraya Sáenz de Santamaría, dejó claro que lo suyo es la sencillez con un camisero floreado.

En el extremo opuesto, la presidenta y diputada de UPyD, Rosa Díez. La vizcaína, como en la popular canción de Alaska de los 80, se decantó por un "esmalte de uñas negro" a juego con un peinado atigresado, mucha laca y un traje de cuello y estampado irregular.

No ha sido la primera vez que Díez deja boquiabiertos a los invitados de un evento por sus modelitos. Hace sólo unos días, en la fiesta del 20 aniversario de la revista Vogue, lució cabello a lo Amy Winehouse -obra del peluquero Rupert- y un singular vestido de John Fish formado por una cascada de volantes y gasas.

Quien, curiosamente, no ha abandonado este verano aún la sobriedad es María Teresa Fernández de la Vega. A pesar de ser una de las componentes más fashion del Gobierno de Zapatero, continúa con los trajes formales de chaqueta. Eso sí, pintados, en ocasiones, con un toque fucsia.