Ana (nombre ficticio) llegó en patera embarazada de 7 meses desde Nigeria. Ella y su bebe han encontrado en la Casa de Acogida de Mujeres Inmigrantes de Sevilla una familia: un grupo de mujeres que, como ella, han llegado sin nada buscando un futuro mejor.

Sus nacionalidades son diferentes, al igual que sus culturas y su lenguas, pero todas tienen algo en común. «La fortaleza y las ganas de vivir» explica Nieves Martínez, directora de este centro municipal gestionado por Cruz Roja.

La casa tiene 17 plazas para mujeres inmigrantes ilegales con o sin carga familiar: en un año aquí han nacido 4 niños. «Han sido maltratadas por la vida desde que nacieron. Sus historias aún me desvelan por la noche», explica.

En esta residencia tienen durante seis meses un hogar, manutención, atención sanitaria y psicológica, formación y ayuda para buscar empleo.

Además, 20 voluntarios facilitan y hacen posible la integración. Les dan clases de español (muchas son analfabetas), de cocina andaluza y las llevan de excursión.

La mayoría de ellas son marroquíes (18 de las 40 que pasaron por aquí en 2007). Su salida del centro no es una tarea fácil, cuenta Nieves Martínez. La gente es reacia a alquilarles un piso o habitación cuando se enteran que son de fuera.

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