El presidente del Gobierno italiano, Silvio Berlusconi,, ha dado este martes atrás al afirmar que la inmigración ilegal "no es un delito, pero sí un agravante" en el caso de que se cometa un delito.
"Personalmente creo que no se puede perseguir a alguien por la permanencia irregular en nuestro país, condenándolo con una pena, pero ésta puede ser un agravante si comete un delito", afirmó en un encuentro con la prensa tras reunirse en Roma con el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy .
Dicho proyecto será debatido próximamente por el Parlamento y ha sido criticado por organismos internacionales y el Vaticano, así como por el Gobierno español.
"Berlusconi con sus palabras de hoy cancela el delito de inmigración clandestina y nos da la razón", dijo el líder del Partido Demócrata (PD, en la oposición), Walter Veltroni. Michele Vietti, del opositor Unión de Centro (UDC) también expresó su "satisfacción" por el "sobreseimiento" del delito de inmigración ilegal.
¿Influencia de Zapatero?
Si la oposición está exultante, la gubernamental Liga Norte, el partido que más insistió para introducir ese delito en el código penal, expresó por boca del diputado Massimo Bitonci su desaprobación, afirmando que el "único camino que se puede recorrer para luchar contra la inmigración ilegal es la introducción de ese delito".
Curiosamente, las palabras de Berlusconi se producen horas después de haber mantenido un encuentro informal con el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, en el que éste le ha aconsejado menos mano dura y más cooperación.
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