La sinceridad de hoy

Ignoro si se trata de una moda o si simplemente es un intento desesperado de llamar la atención.
Creo que no deben tener más de 25 años estos dos jóvenes que cada día se sientan en alguna esquina de la Gran Vía. Tienen un aspecto sano –al menos físicamente–, y lo único que se les ocurre es esperar tranquilamente y con total descaro a que alguna alma desprendida les suelte unos durillos. Para ello utilizan unos curiosos carteles. «Nosotros al menos somos sinceros», dicen. Y con esa ‘sinceridad’ piden dinero para cigarros, para cerveza y hasta para porros. La gente los mira con cara de desconcierto y ellos sólo se ríen. Como si la pobreza, la auténtica pobreza, no fuera un flagelo que cada día parece más difícil erradicar: en 2015, según denuncian varios colectivos de ayuda al desarrollo, si las cosas no cambian 247 millones de personas en África Subsahariana sobrevivirán con menos de un dólar al día. Y estos chavales tan sonrientes. Parece que además hubiera que festejarles la gracia.
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