Se venía especulando desde hace un mes, más o menos, cuando fueron vistos saliendo del ayuntamiento de Nueva York tras haber, supuestamente, contraído matrimonio por lo civil en el más absoluto secretismo. Pero nadie confirmó ni desmintió de la misa la mitad.

Aunque claro, en aquel caso no hubo misa, y hacía falta algo más de formalidad... y de celebración. Así que este fin de semana Jennifer Lawrence y su novio Cooke Maroney, de 33 años, se han dado el "sí, quiero".  Y esta vez de verdad.

Eso sí, no ha trascendido demasiado porque han llevado todo con tal hermetismo que hasta la localización escogida era en sí misma un lugar tan íntimo que hasta una gran ceremonia pasaría desapercibida (y eso que varios fans se reunieron a las puertas).

Se trata de una isla privada en la exclusiva zona de Newport, en Rhode Island, al noroeste de los Estados Unidos (cerca de la Gran Manzana, precisamente), un enclave conocido por ser el sitio de veraneo de algunas de las familias más prestigiosas del país.

La ganadora del Oscar dio el "sí, quiero" el sábado 19 en el famoso Castillo Belcourt, una enorme mansión (donde dicen los norteamericanos que hay fantasmas) diseñada por el famoso arquitecto estadounidense Richard Morris Hunt y que está inspirada en el pabellón de caza del Luis XIII en el Palacio de Versalles.

El casoplón albergó durante la jornada a los poco más de 150 invitados, aunque el día antes también acogió una cena de ensayo (a base de marisco y bajo una carpa blanca, según la revista People) de cómo sería la unión de la pareja, que lleva solo desde junio de 2018 de relación cuando les presentó una amiga en común, Laura Simpson, con la mayoría de asistentes.

La lista de la boda, de hecho, era de lo más desconocido, aunque hay rumores que apuntan varios nombres de la industria como algo seguro, aunque por encima de todos está el de su buena amiga la cantante Adele.

También se dice que asistieron Cameron Diaz, Emma Stone, Ashley Olsen, Kris Jenner, Sienna Miller o Nicole Richie y su pareja, Joel Madden, vocalista del grupo Good Charlotte. En algún momento se sabrá si pudieron ir grandes amigos de la intérprete de 29 años como Bradley Cooper o Amy Schumer

Ellas pudieron disfrutar junto al resto de la boda y el banquete, para lo que la actriz y el director de la Gladstone Gallery habían contratado a Mark Seed, el wedding planner más afamado entre las estrellas, así como se especual que su traje, afirma People, corrió a cargo de Dior, empresa de la que la actriz es imagen.

Él organizó uno de los días más felices de sus vidas (están comprometidos desde febrero) junto a a empresa Heirloom Fire. El menú, que salió por alrededor de 210 dólares por cabeza, fue variado y, según TMZ, sería el siguiente.

Para los entremeses y aperitivos, la pareja optó por pasteles planos de batata, coles de Bruselas con una yema de huevo marinada, panceta de cerdo ahumado con vinagre de manzana y beignet de bacalao.

Mientras, para el plató principal, se podía optar entre pescado a las finas hierbas y mantequilla con infusión de limón hecho al horno de leña o pierna de ternera de 5 meses con salsa forager (a base de frutos del bosque) y, como guarnición, zanahorias asadas, patatas recién cosechadas y col estofada.

Por último, para los postres las opciones eran budín de pan de masa madre con chocolate horneado al fuego, dulce de leche y manzana fresca, buñuelos con crema de bourbon, azúcar y canela o sándwich casero de galleta con malvaviscos (nubes o esponjitas en España). Las bebidas eran tres: bourbon clásico, gintónica con pepino o champán a la lavanda.