En manos del barro y el agua

  • La localidad leonesa de Jiménez de Jamuz es conocida por albergar el único horno mozárabe que queda en funcionamiento en toda España.
  • Cada año se hace una única hornada de mil piezas.
  • El barro para estas obras de alfarería se extrae  de una zona cercana al pueblo, excavando un pozo de un metro de profundidad.
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La alfarería artesanal de este horno mozárabe es única en España.
La alfarería artesanal de este horno mozárabe es única en España.
PEIO GARCÍA / ICAL
La alfarería artesanal de este horno mozárabe es única en España.

La localidad leonesa de Jiménez de Jamuz es conocida por albergar el único horno mozárabe que queda en funcionamiento en toda España. El Alfar Museo de la localidad intenta mantener viva la alfarería tradicional de Jiménez.

Creado en 1994, ctualmente el máximo responsable del museo es el Maestro Jaime Argüello, un joven de 23 años que cuenta con el aval de haber sido aprendiz durante tres años y medio del recientemente fallecido Martín, quien era considerado, según el propio Argüello, "el último de los antiguos alfareros que quedaba en activo".

.Según explica este joven maestro, el primer paso no es otro que "extraer el barro en una zona cercana al pueblo conocida como 'Los barreros' ". En ella, y tras escarbar un agujero de aproximadamente un metro de profundidad, se obtiene la materia prima de esta industria. Esta labor, antiguamente era llevada a cabo por jornaleros, que posteriormente extendían el barro al sol para secarlo en 'Los Tendales' .

Así, tal y como él ejemplifica, "una vez seco el barro se guarda en 'La Toña' para evitar que se moje y se humedezca". De tal forma que "a medida que se va necesitando se lleva a 'la barrena', una pila donde se humedece durante unas horas y posteriormente se soba para trabajarlo". Ésta era una de las labores más duras, que en muchas ocasiones correspondía a las mujeres de los alfareros.

De ella se obtiene un montón de barro, 'la pella', que se mantiene húmedo y tapado para que no se seque. A partir de ahí "sólo" resta ya dar forma a los cacharros en el torno, con el 'bolo' de barro que sea menester. Es éste el paso clave todavía hoy en día, ya que en él queda patente la destreza del alfarero.

Dominio de la técnica 

Se trata de un arte que exige una gran técnica en el tacto, mucha precisión y también una nada desdeñable resistencia física. Tanto es así que, según reconoce el propio Maestro del Alfar Museo, "se necesitan como mínimo dos años de práctica para aprender a hacer algo digno".

Tras acabar las piezas, se colocan en tablas y se dejan secar bajo 'los chisperos' (estufas) durante dos o tres días, para sacarlas más tarde al sol ya que, si se expusieran directamente el barro se agrietaría.

.Antes de la cocción resta un último paso: la decoración de las piezas. "La tradicional de Jiménez de Jamuz se lleva a cabo con unas pinceladas de color amarillo, elaboradas con cal y agua", señala Jaime. Para darlas, la tradición señalaba que debía hacerse con "la pluma del ala derecha de una gallina".

El horno mozárabe del Alfar Museo tiene capacidad para cocer unas mil piezas, por lo que sólo suele hacerse una hornada al año.

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