Ya quisiera la mayoría de la gente llegar a los  50 años que cumple este martes Goya Toledo igual que la actriz canaria: no ya solo porque siga manteniéndose en forma y realmente bella, sino satisfecha con todos los logros alcanzados hasta ahora.

Para empezar, tiene una carrera más que consolidada desde que empezara en la escuela de interpretación de Cristina Rota por recomendación de su amiga Penélope Cruz, a quien había conocido en una fiesta y que se convertiría, como ella misma la nombró, en su "hermana".

Desde entonces, Gregoria Micaela Toledo, su verdadero nombre, encadenó un proyecto tras otro, primero en series como Los ladrones van a la oficina y luego en películas como Más allá del jardín o Mararía, que le granjeó su primera nominación al Goya a mejor actriz revelación en 1998.

Tras ello fue la protagonista de un segmento de Amores perros, de Alejandro González-Iñárritu, y participó en cintas como La caja 507, Palabras encadenadas o Las 13 rosas.

Volvió a la televisión con Acusados y Los hombres de Paco, y en su regreso al séptimo arte, con Maktub, en 2011, obtuvo su segunda nominción al Goya. Esta vez, como mejor actriz de reparto y a las órdenes de un gran amigo, Paco Arango, con cuya Fundación Aladina, que ayuda a niños con cáncer, colabora siempre que se lo pide.

Tras un parón de dos años, regresó en 2014 con Marsella, un drama de Belén Macías con María León que supuso su tercera y última nominación al Goya, que se le ha resistido en las tres ocasiones.

Tras un par de películas, se tomó un nuevo descanso para volver este 2019 con La sala, una serie de HBO que ha dado el salto a las autonómicas, y con Berko: el arte de callar, una miniserie chilena con Angie Cepeda y Benjamín Vicuña.

De la primera, amén de un guion que la atrapó en su lectura, asegura que tenía algo muy convincente: tres meses de rodaje en Las Palmas (aunque ella es orginaria de Arrecife, un municipio de Lanzarote).

"Viví ahí muchos años de pequeña y hacía tiempo que no pasaba una temporada tan larga. Ha sido un viaje emocional importante e inesperado. Al pasar por ciertos lugares, me han traído recuerdos de la infancia, de mi madre, de mis hermanas... Ha sido mágico", declaró a Diez Minutos.

Que sea difícil para ella estar tres meses en un sitio proviene, entre otras cosas, no solo de su profesión, sino también la de su marido, Craig Ross, quien es el guitarrista de Lenny Kravitz.

Se conocieron en 2011, casaron en 2o14 y viven en Los Ángeles, algo que logró ocultar a la prensa dado su carácter hermético para con su vida privada: no fue hasta un año después, en la gala de los Premios Goya de 2015, cuando optaba al galardón por Marsella, que se hizo pública su boda.

Además, ella no ha ocultado nunca su deseo de ser madre. En una entrevista con El Correo, en diciembre de 2012, no podía ser más directa: "Lo de la maternidad lo tengo clarísimo. Quiero ser madre y no me siento mayor para realizar ese sueño".

"También es verdad que nunca he sido tan consciente como ahora de que existe un tiempo límite. Por eso, cuando llegue será bienvenido. Y ojalá ocurra pronto", aseguró cuando tenía 43 años, lo que corroboró el año pasado en una entrevista con El Mundo.

"No ha sido fácil el camino, esa es otra historia. La vida a veces te lleva por un camino y lo sigues. Hoy en día hay tantas cosas que pueden alargarlo que no es un problema. Hoy ya no es tanto ese tema. Es más cómo vivimos y la alimentación. Y siempre ha pasado", aseguraba sobre el reloj biológico y su ansiada maternidad.

Ahora, con 50 septiembres a sus espaldas, cobran mayor importancia si cabe otra de sus respuestas en aquella entrevista, cuando le cuestionaban acerca del paso del tiempo, lo que Goya Toledo habrá reflexionado en los múltiples aviones que toma.

"Los años es algo más que la piel. Por supuesto, si quieres cuidarte, cuídate, pero la edad tiene que var más con el espíritu, la energía, lo que hagas y cómo te desarrolles en tu vida", puntualizó la actriz, que cumple un día antes que Pedro Almodóvar, que este miércoles alcanzará los 70 años.