La vida en el zulo de Josef Fritzl

  • Cada dos o tres días, Fritzl bajaba al sótano y les daba comida.
  • "Le regalé a mi hija una lavadora para que no tuviera que seguir lavando a mano", relata el 'monstruo de Amstetten'.
  • También añade que "Elisabeth no se quejaba nunca, ni siquiera cuando se le fueron cayendo los dientes, no podía dormir por el dolor".
Reproducción del zulo en el que vivió Elisabeth Fritzl. (OE24.AT )
Reproducción del zulo en el que vivió Elisabeth Fritzl. (OE24.AT )
OE24.AT
Reproducción del zulo en el que vivió Elisabeth Fritzl. (OE24.AT )

Nuevos datos del caso del 'monstruo de Amstetten' han servido para reconstruir cómo fue la vida durante los últimos 15 años en el zulo de los horrores.

Elisabeth y yo lo planeamos todo juntos

Cada dos o tres días, Josef Fritzl bajaba al sótano y le daba comida a Elisabeth, ropa y sábanas. Aprovechaba para contarle cómo era la vida fuera y la tristeza de su madre por la huida de su hija. Le relataba sus viajes y cómo les iba a sus hermanos en el colegio.

En 1992 nació Lisa (la tercera hija/nieta), pero estaba constantemente enferma, por lo que Fritzl decidió llevársela fuera del sótano: "Elisabeth y yo lo planeamos todo juntos, porque sabíamos que la niña tenía mala salud y que debido a las condiciones del zulo, no tenía posibilidades de vivir ahí".

Una televisión, una radio y un vídeo

En 1993 compró una televisión, una radio y un vídeo. Fue entonces cuando amplió los 20 metros cuadrados que medía el zulo originalmente. Además, colocó una mesa, sillas, alfombras, platos, tazas, vasos... aprovechó para comprar utensilios de cocina y colgó algunos cuadros.

La lavadora se la regaló a Elisabeth en 2002 tras el nacimiento de Félix, para que no tuviera que seguir lavando a mano.

"Le compraba a mi hija flores y a los niños libros y juguetes. Solía ver películas con ellos mientras mi hija nos hacía la comida", comentó Fritzl a sus abogados.

Fritzl elogia la actitud de su hija

Durante las declaraciones, el 'monstruo' elogia la actitud de su hija, que no se quejaba nunca, "ni siquiera cuando se le fueron picando los dientes y se le cayeron" no podía dormir por el dolor. También les proporcionaba medicamentos sin prescripción médica, básicamente aspirinas, según publica The London Paper haciendo referencia a un artículo de la revista austriaca News.

Además, añade que los iba a liberar porque "según me hacía mayor, me costaba más moverme y sabía que en el futuro no iba a ser capaz de cuidar a mi segunda familia. El plan era que Elisabeth y los niños explicarían que habían permanecido en un lugar secreto con una secta".

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