El último triunfo de la pionera de la memoria histórica Ascensión Mendieta

Momento en el que los operarios de los servicios funerarios bajan a la fosa el féretro de Ascensión Mendieta, allí ya están los restos de su padre, fusilado en 1939 y exhumado de una fosa común en 2017.
Momento en el que los operarios de los servicios funerarios bajan a la fosa el féretro de Ascensión Mendieta, allí ya están los restos de su padre, fusilado en 1939 y exhumado de una fosa común en 2017.
JORGE PARÍS
Momento en el que los operarios de los servicios funerarios bajan a la fosa el féretro de Ascensión Mendieta, allí ya están los restos de su padre, fusilado en 1939 y exhumado de una fosa común en 2017.

Nada en la sepultura 22-13-D del cementerio civil de Madrid evidencia que allí descansa desde este martes –junto a su progenitor– Ascensión Mendieta, la anciana que vivió a pie de fosa los últimos años de su vida con la esperanza de recuperar los restos mortales de su padre: el ugetista Timoteo Mendieta, fusilado en 1939 por «sindicalista».

La lucha de esta mujer frágil pero enérgica comenzó mucho antes de que nadie acuñara como propio el término ‘memoria histórica’. En medio de un sepulcral silencio, su féretro entró en el camposanto para cumplir el deseo que siempre mantuvo en vida y que en varias ocasiones repitió en persona a 20minutos mientras buscaba infatigable a Timoteo en una fosa común del cementerio de Guadalajara: «Quiero reposar junto a mi padre».

Y así seguía pensando la anciana cuando el pasado lunes, a tan solo dos meses de cumplir los 94 años, se despedía de la vida en un hospital madrileño víctima de una parada cardiorrespiratoria. Ascensión, según cuenta su hijo Francisco Vargas, estaba ya «sedada, pero se acordaba de Timoteo. Es una cosa que le ha perseguido hasta el final», contaba emocionado a este medio.

«Era un cáncer que la estaba carcomiendo desde que tenía 13 años», resumía mientras devolvía el cuerpo de su madre a la tierra. El «cáncer» al que se refiere no es otro que el fusilamiento de su abuelo, al que que un buen día se llevaron de su casa de Sacedón (Guadalajara). Sus siete hijos no volvieron a verle jamás con vida, y eso marcó a fuego a su hija. «He pensado mucho en cómo cayó a la fosa», contaba en vida la anciana que, a los 88 años, inauguró una cruzada judicial que la ha convertido en un icono y referente de la causa de la Memoria Histórica.

«Descansa en paz, Ascensión, te lo mereces», despedía Francisco a su madre acompañado por su hija, su hermana Chon y el resto de familiares y amigos que en vida asistieron a la lucha titánica de la anciana. Micrófono en mano, Francisco se dirigió a los presentes consciente de la paradoja de ser protagonista de «un momento triste y a la vez alegre». Recordó a su madre «como una persona que luchó por sus ideales, por abrir un hueco en este Estado que cierra puertas a recuperar la memoria histórica», lamentó.

«Dicen que cerramos heridas, pero nuestras heridas están muy infectadas. Necesitamos sacar a todos los que están en las cunetas y que se juzgue a sus asesinos por crímenes de lesa humanidad».

Pero su firme alegato no mermó lo que, tanto este martes como ya en vida de la matriarca, ha caracterizado a los herederos de Timoteo Mendieta: su inmensa generosidad. Mientras los operarios de los servicios funerarios bajaban a la fosa el sencillo féretro de la anciana, tan solo cubierto por la bandera republicana, una melodiosa voz entonaba una canción eterna: «Gracias a la vida, que me ha dado tanto». Y eso mantuvo siempre Ascensión: «No guardo rencor, solo quiero saber cómo cayó a la fosa», repetía la nonagenaria durante la incesante búsqueda que con 88 años la llevó a cruzar el mundo para pedir ayuda en Argentina.

Allí recurrió a la jueza María Romilda Servini quien, valiéndose del principio de justicia universal, ordenó la apertura de la fosa número 2 del cementerio alcarreño. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) siempre sospechó que en esa localización podían estar los restos del ugetista de Sacedón.

El logro de Ascensión Mendieta fue justamente ese: abrir una puerta fuera de nuestras fronteras para que los familiares de los desaparecidos y represaliados durante la Guerra Civil española y la dictadura posterior puedan demandar por vía judicial la recuperación de sus cuerpos. El drama, en muchos casos, es que su rastro se pierde sin estar documentado, aunque por los datos que manejan las asociaciones y el propio Ministerio de Justicia se estima que alrededor de 114.000 cadáveres están diseminados por las cunetas de la Península en incontables fosas comunes.

Los Mendieta, ‘afortunadamente’ tienen una sentencia de condena por «auxilio a la rebelión» que les permitió rastrear la suerte corrida por su padre y abuelo. Su incansable periplo permitió a la familia confirmar que Timoteo fue fusilado en Guadalajara el 16 de noviembre de 1939 junto a otras 10 personas.

Pero recuperar los restos del padre de Ascensión no iba a ser una tarea fácil. El primer intento de exhumar al secretario general de la UGT de Sacedón fue desestimado por un juez local. Fue entonces cuando la familia recurrió a Argentina. Pero Servini tuvo que dictar hasta dos exhortos para que se abrieran al menos un par de fosas. La suerte les sonrió al tercer intento. Tras ser exhumando, Timoteo fue enterrado en el cementerio civil de Madrid en 2017. Desde este martes su hija Ascensión vio cumplido su sueño y ya reposa junto a él bajo una lápida muda.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento