¿Estás colaborando en la espectacularización del juicio a Ana Julia Quezada?

  • Una opinión de Carlos García Miranda, escritor y experto en televisión y cultura pop.
Ana Julia Quezada dialoga con sus abogados antes del inicio de la vista.
Ana Julia Quezada dialoga con sus abogados antes del inicio de la vista.
RAFAEL GONZÁLEZ-EUROPA PRESS
Ana Julia Quezada dialoga con sus abogados antes del inicio de la vista.

Arranca el juicio a Ana Julia Quezada, asesina confesa del menor de Nijar cuya desaparición tuvo trece días en vilo a todo el país. Como en muchos otros casos proclives al sensacionalismo, desde los programas de televisión se produjo una espectacularización de la información. Para entendernos, eso consiste en un tratamiento mediático que convierte un suceso en una especie de película de acción, con una trama de esas que te dejan pegado a la pantalla y unos personajes que explotan sentimentalmente. El problema es que la trama no es ficción y los personajes son personas.

Un año y cinco meses después, un informe del Consejo Audiovisual de Andalucía (CAA) ha determinado que esa espectacularización se consiguió mediante la reiteración de imágenes del menor y la autora confesa, la difusión en bucle de secuencias ralentizadas, pantallas divididas y rótulos con titulares impactantes. Además, hubo momentos en los que se potenció el sonido con zoom y música de impacto para mantener los elementos dramáticos, así como conexiones en directo sin valor y reiteración de imágenes de duelo, angustia y desesperación de los familiares. No hace falta nombrar cuáles fueron esos programas, ¿verdad?

Tal y cómo era de esperar, la cobertura espectacularizada se tradujo en audiencia; el informe muestra que ganaron los programas que más tiempo dedicaron al caso. Algunos de los que están detrás de esos debates habrán chasqueado la lengua al saber que el juzgado encargado de la causa ha determinado que, a pesar de que hay más de 130 periodistas acreditados para seguirla, la declaración de los padres y otros familiares se haga a puerta cerrada, igual que una sesión reservada a los forenses.

A través del CAA, los padres han remitido a los medios un "Pacto Ético para la sonrisa de Gabriel" en el que piden que no se filtren partes privadas del juicio, así como "un especial tacto, responsabilidad y sensibilidad a la hora de cubrir la vista". Lo solicitan para no añadir dolor a la familia, pero también por temor a que se produzcan interferencias que puedan cuestionar que se trata de un juicio justo con todas las garantías.

Las peticiones de la familia, jurídicamente, tienen poco sustento; aunque ellos insisten en que no niegan el derecho a la información, despiertan dudas sobre la manera de proceder. Lo cierto es que los medios, en su mayoría, están respondiendo a la demanda, quizás porque la verdadera base es ética. Hoy se encuentra lo justo del juicio en portada y remite a Ana Julia, el único foco de información del caso actual, aunque también hay rótulos por ahí resaltando lo que se ha pedido que no se resalte.

De cualquier manera, suena bien que esté sobre la mesa la reflexión sobre el dolor que causa el tratamiento espectacularizado de la información y la de la determinación sobre las sentencias de los juicios mediáticos. La petición de un Pacto Ético, hasta donde mi memoria alcanza, resulta excepcional y puede suponer un punto de inflexión en la cobertura mediática de los sucesos.

Eso sí, el examen no es solo para los periodistas, sino también para los espectadores, sobre todo para los que desde que las redes sociales amplían los mensajes. Con una arroba delante, todos podemos funcionar como un medio de comunicación con capacidad de espectacularización. Hoy en Twitter me he encontrado desde dramatizaciones a través de imágenes que ya no aportan nada pero están convenientemente elegidas para ganar retuits, hasta ataques xenófobos, pasando por reivindicaciones feministas porque resulta que se pide prisión permanente revisable por ser mujer. Como en los peores debates televisivos, pero, encima, desde el anonimato (algún político a cara descubierta también he visto).

En las redes no hay ningún Consejo que vele por la ética en el tratamiento de la información. Es cosa de cada uno saber dónde están los límites. Cada uno sabrá si está aportando algo a un caso que, guste o no, los padres han pedido que sea en parte privado, o si solo trata de conseguir una porción de protagonismo en un espectáculo que nunca debió serlo.

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