¿Por qué tiene el sol tan mala fama? Sus peligros... y sus beneficios

Una mujer toma el sol tumbada en una hamaca.
Una mujer toma el sol tumbada en una hamaca.
Andrey Popov / GTRES
Una mujer toma el sol tumbada en una hamaca.

A pesar de su potente luz, el sol tiene un lado oscuro. Y, como con casi todo, convivimos con él haciendo cambalaches entre su buena y mala fama. Pero, al igual que con ciertas personas tóxicas, acaba predominando el mensaje negativo sobre sus bondades. Y hay que tenerlas muy en cuenta.

Cada vez sabemos más sobre los efectos nocivos del sol, aunque, por supuesto, existe un lado positivo muy importante. Tanto es así que la vida en nuestro planeta, la fotosíntesis de las plantas y la fijación del calcio a nuestros huesos, sería imposible sin la radiación solar.

Pero el sol es básicamente, y sobre todo, una fuente de energía, una especie de central nuclear que emite radiaciones buenas y nocivas. Es por eso fundamental, y estamos en condiciones de hacerlo, prescindir de las radiaciones peligrosas y disfrutar de su lado benévolo.

El sol emite radiaciones en forma de energía. Una pequeña franja de estas ondas son percibidas por nosotros como luz visible y otras, las que están más allá del color rojo y que somos incapaces de ver, se llaman infrarrojas y son responsables de la sensación de calor. En el otro extremo del dial del sol están los ultravioletas, estos son los rayos que están en su frecuencia más allá del color violeta, y son los más peligrosos. De estos últimos, los UVA, de los que solo llega el 5% a la superficie de la tierra, son los responsables de las quemaduras en la piel pero también de la fijación del calcio en nuestros huesos.

Esta radiación es la que llega predominantemente a nuestra piel y es responsable del bronceado. Son los célebres rayos UVA. Pero cuidado, también produce cáncer y, cuando menos, arrugas prematuras. Recordemos que el bronceado es una reacción de defensa. Cuando los fotones, los paquetes de energía que el sol emite, se ponen en contacto con nuestra epidermis, esta hace que salten todas las alarmas y pone en marcha unas pequeñas células llamadas melanocitos, tristemente célebres porque producen uno de los cánceres de piel más agresivos, el melanoma. Son básicamente pequeñas fábricas que producen melanina. Una sustancia muy interesante con propiedades antioxidantes y que resulta un eficaz filtro solar.

En cuanto la piel se siente en peligro, los melanocitos se ponen en acción. Pero hasta que estas células son capaces de fabricar melanina suficiente para protegernos pasan habitualmente más de 48 horas. Es cuando nosotros apreciamos el característico tono tostado. Este moreno es el resultado de nuestro aumento de melanina.

Exponemos súbita y brutalmente nuestra piel pálida al sol del verano y esta, carente de protección, se quema. Aparece lo que se llama el eritema, literalmente piel roja, es decir, una suave quemadura de primer grado. El eritema tiene como consecuencia una inflamación de la epidermis, un envejecimiento intenso causado por la oxidación de los tejidos, y, si la quemadura se repite en poco tiempo, un daño indeleble en las cadenas de ADN que nos puede conducir a un cáncer de piel.

Las cremas de protección solar van a evitar todo esto, y también, aunque en menor medida, los productos aftersun. Su uso, al igual que las bicicletas, no son solo para el verano.

Jerónimo Ors, Farmacéutico y Director de Cosméticos Paquita Ors

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