Manuel Campos Carmona, natural de Málaga, lleva catorce años pagando infracciones que no comete sin saber porqué.
Citaciones judiciales, multas y hasta meses de cárcel. Estas son algunas de las situaciones por las que este treintañero gitano y humilde recogedor de chatarra se ha ido encontrando por tener el mismo nombre que otros delincuentes.
"Mi sensación es la de estar en un desierto donde por mucho que grite nadie me puede escuchar", asegura su madre, Emilia.
"Todos no somos iguales ante la ley. Un gitano por cojones tiene que ser malo", concluye.
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