Caminos serpenteantes ascienden por la montaña de La Vall de Laguar hasta un lugar de otro tiempo, donde se cobijan los resquicios de una enfermedad bíblica: la lepra.

Los 45 ancianos que viven en este pueblo amurallado ya no tienen lepra, pero siguen viviendo en Fontilles porque no tienen a nadie, y sufren otra secuela: el olvido.

Fontilles es un espacio donde todos son bien recibidos. Desde Manolo, un hombre culto y subido al carro de las nuevas tecnologías, hasta Ginés, cuyo padre falleció en el sanatorio y, cuando él se vaya, donará todos sus ahorros a la institución. No es el único.

Las visitas de familiares son poco comunes en este enclave en el bosque, y en las lápidas de sus habitantes es frecuente que sólo les recuerden sus «amigos de Fontilles».

En el último sanatorio de este tipo de España (y puede que de Europa) la lepra se cura en un modernísimo hospital. Los médicos investigan en punteros laboratorios y forman a galenos y auxiliares llegados de todo el mundo.

A pesar de que la institución ya no puede mantener el teatro ni el cine, organiza varios conciertos al año y procuran que la vida allí sea alegre. Conservan sus fiestas: Moros y Cristianos, Fallas, las patronales de San Francisco, San Ignacio y la Inmaculada.

Los pacientes hacen su vida: varios tienen coche y van a donde quieren tras las curas diarias, hacen excursiones e incluso ayudan en las tareas del hospital.

Más de 100 pacientes acuden cada cuatro meses a revisión, pero eso si: la mayoría vive su enfermedad con total discreción y no lo cuentan.

La lepra hoy

Contagio: Sólo un 5% de la población puede enfermar. Se contagia por el aire. Hay que tener disposición genética y malas condiciones de vida.

Nuevos casos: De 15 a 25 al año, y unos tres en la Comunitat. La mayoría son inmigrantes de Argelia, Marruecos, Brasil y América Latina.

Tratamiento: Es importante la detección precoz, así no quedan secuelas. Con antibiótico, se cura en un año y sin ingresar en el hospital.

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