Carta de una víctima al sacerdote pederasta que abusó de él

  • Benedicto XVI ha afrontado en su visita a EE UU el escándalo de los abusos a niños por curas norteamericanos.
  • La respuesta de la jerarquía católica ha sido en la mayoría de los casos ocultar los hechos.

Los escándalos de pederastia y abusos protagonizados por sacerdotes católicos de todo el mundo han llenado las páginas de los medios en los últimos años y han alcanzado un grado especial de virulencia en los EE UU, hasta tal punto que éste tema está siendo uno de los ejes centrales de la visita de Benedicto XVI a este país, en la que ha llegado incluso a reunirse con un grupo de víctimas de esos abusos.

Por supuesto, Norteamérica no ha sido el único lugar en el que se han dado casos similares, que también han ocurrido en España como hoy relata el diario Público, que además publica una escalofriante carta de una víctima de estos abusos al sacerdote que lo maltrató.

Por su interés humano y periodístico reproducimos a continuación esta carta:

NO ES AMOR

“Te quiero”. “Me has llegado muy hondo”. “Eres alguien muy especial para mí”. Me decías después de haberme utilizado. Y yo te creía. Porque habías escuchado mis sueños de adolescente y me habías alentado a perseguirlos. Porque me habías dado ese cariño paternal que tantas veces me había faltado. Porque me habías hecho sentir importante, valioso y apreciado. En resumen, porque pensaba que era afortunado de tenerte a mi lado, porque eras como el padre que nunca había tenido.

Hasta que comprendí que el amor no te hace sentir sucio, avergonzado, temeroso de que descubran tu terrible secreto y que por tanto no eres digno de ser amado. Que no te provoca tal sentimiento de culpa, que te carcome las entrañas, por ese “terrible delito” en que has participado. Que no te genera un dolor tan hondo, que buscas consuelo en cualquier conducta autodestructiva que pueda apaciguarlo, aunque sepas que en el fondo te está destrozando.

Hasta que descubres que eso no es amor, es abuso. Y quienes lo cometen no son padres, hermanos, vecinos, sacerdotes,… gente honorable y respetable, pilares de nuestra comunidad de conducta pública intachable, sino vulgares criminales y delincuentes, lobos con piel de cordero, de conducta privada deleznable.

Hasta que te muestran el verdadero rostro del amor. Por esa madre coraje, que aún rota de dolor, encuentra las fuerzas para seguir luchando por protegerte. Por esas amistades, que aún desconcertadas y confusas encuentran la forma de apoyarte. Por esos compañeros del grupo de terapia, que te llenan de cariño y comprensión sin nunca caer en la tentación de juzgarte.

El abuso al que me sometiste me podría haber destrozado la vida. El amor que ellos me dieron me dio la oportunidad de rehacerla. Por eso, por más que te empeñes, nunca podrán ser lo mismo. Lo que tú hiciste no es amar, es abusar.

Miguel H. C.

tiene 25 años, es licenciado en Medicina y sufrió abusos sexuales en su adolescencia por parte de un cura.

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