Para integrarse... sobran las palabras

  • Cristina es una vallisoletana sorda que estudia para monitora de ocio.
  • Atiende al público en el Espacio joven del Ayuntamiento.
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Cristina hace prácticas de cara al público.
Cristina hace prácticas de cara al público.
B. VAQUERO
Cristina hace prácticas de cara al público.

Tiene 23 años y se ha planteado un reto: «Romper la dependencia». Cristina es sorda y ya ha hecho historia en la ciudad.

Es la primera alumna que con esta discapacidad se ha formado para ser coordinadora de ocio y tiempo libre en el Espacio Joven (antiguo Matadero). «Desde hacía años tenía la ilusión de poder hacer algo así, me apetecía trabajar con niños», explica.

En total han sido 200 horas de clases de teoría que ha empezado a completar con otras 200 horas de prácticas en el propio centro. «Es valiente; hay gente que incluso está aprendiendo a decir cosas en lengua de signos para poder hablar con ella. Eso se llama lograr una integración mutua», dice orgullosa su coordinadora.

De cara al público, sin la ayuda de un intérprete (sólo lo ve una vez a la semana durante no más de dos horas), Cristina se enfrenta ahora a la parte práctica del curso. Lo hace con personas que no la conocen y que descubren su sordera al tiempo que se comunican por primera vez con ella. Y si siete días no son mucho tiempo para evaluar la experiencia, sí que han sido «un buen comienzo».

Cristina no quiso hacer sus prácticas en la ONCE. Tenía sus razones: «Aquí hay más cosas, el espacio es más grande y puedo aprender más». Ese «espacio» es un mundo que, como la mayoría de los lugares, no está adaptado a las personas sordas. Ellas son las que, con frecuencia, lo moldean según sus limitaciones y posibilidades. «Mis compañeros y la gente me hablan despacio porque saben que puedo leer los labios y entenderlos», describe.

En estos primeros siete días, Cristina ha dejado ya su huella. «He colgado varios carteles con el alfabeto de la lengua de signos en los tablones del centro», explica. Los mismos que visitantes y compañeros intentan ahora representar con sus manos sin más afán que el de poder comunicarse con ella cada día.

¿Windows o Mac?

¿Cómo se pide un ordenador Windows o un Mac del aula de informática en el lenguaje de signos? Muchos de los usuarios del Espacio Joven saben ya cómo hacerlo. Lo han aprendido gracias a las clases improvisadas que Cristina ha dado a aquellos que acuden a ella habitualmente. Entre ellos los inmigrantes que, como el resto de usuarios, empiezan también a conocer un lenguaje milenario ligado a la propia humanidad.

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