Veinte años de '19 días y 500 noches': ¿crees que lo sabes todo de Joaquín Sabina más allá de sus canciones?

  • Desde que maquilló cadáveres hasta el nombre de su gato o qué miembro de los Beatles le dio cinco libras.
  • Se publica '19 días y 500 noches. Sabina fin de siglo', un libro de Juan Puchades. | VOTA: ¿Su mejor disco?
El cantautor Joaquín Sabina, durante un concierto con motivo de su gira 'Lo niego todo' en Madrid.
El cantautor Joaquín Sabina, durante un concierto con motivo de su gira 'Lo niego todo' en Madrid.
GTRES
El cantautor Joaquín Sabina, durante un concierto con motivo de su gira 'Lo niego todo' en Madrid.

Hay más de cien mentiras para definir a Joaquín Sabina: subcomandante del ripio, superviviente con sordina, maestro de la canallería (sin oficio) o Baudelaire con guitarra (y cocaína). Y al cabo, de alguna forma, cualquier intento de nombrarle acabará por mentar, maldita (bendita) sea, 19 días y 500 noches.

Joaquinito, como le llamaba su amiga Chavela, confesó a base de tequila y 13 canciones a todos los compradores del medio millón de copias que vendió aquel inacabable disparate (74:18 minutos, su disco más largo hasta la fecha) producido por Alejo Stivel, de Tequila, y con el poeta Antonio Oliver ayudando en algunas letras.

Pero qué disparate. Este 2019, cuando se cumplen 20 años de su publicación (el 14 de septiembre de 1999), el poeta que nació en Úbeda, Jaén, en 1949, y madrileño de adopción, no lo duda: "Lo cierto es que mientras lo hacíamos, y hasta después de unos pocos años, no me di cuenta de que 19 días y 500 noches era lo que digo ahora: el disco de mi vida, mi mejor disco. Sigue siéndolo para mí. Acepté mi voz tal como era. Un disco muy desnudo".

Y estas palabras, que suenan a epílogo, son, de hecho, un epílogo. De 19 días y 500 noches. Sabina fin de siglo, un libro escrito por el periodista Juan Puchades, que acaba de salir a la venta en la Colección Elepé de Efe Eme y que recopila toda anécdota, pensamiento, fotografía o escritura del laberinto en que se convirtió la creación del disco que convirtió a Joaquín Sabina en el mito que podía ser.

De 19 días a 500 noches

Los entresijos del álbum (composición, grabación, giras, errores) se explican pormenorizadamente, como si hubiera sido posible esconder una cámara allí donde Sabina se pertrechara para renacer como el ángel caído de su ya mítica portada.

Y precisamente de sus secretos vamos a hablar, de lo desconocido tanto del disco como del hombre que descubrió El caso de la rubia platino, que a sus 50 años escribió A mis cuarenta y diez y que lo mismo le dedicaba Una canción para la Magdalena como para aquella Barbi Superestar.

Por ejemplo, que al escribir Como te digo una co te digo la o pensaba en aquella mítica canción de Lola Flores ("Cómo me las maravillaría yo"), o que le dedicó De purísima y oro al poeta Juan Gelman "por seguir de pie" y cuya frase "la crema de la intelectualidad" hace referencia al Madrid de Agustín Lara o que Dieguitos y Mafaldas versa sobre Paula Seminara, una hincha del Boca Juniors que no iba a La Bombonera con falda pero que sabe que el gol de Palermo del que habla la canción es el que le metió el delantero a Talleres en 1998 que les dio el campeonato.

El título Donde habite el olvido, proviene, obviamente, del verso de Luis Cernuda, mientras que, según Sabina, la tristeza de A mis cuarenta y diez se la debe a César Vallejo. Y así podríamos seguir con anécdotas de cada tema, pero lo resume a la perfección Pancho Varona en las primeras páginas del libro: "A Joaquín se le caían las letras de los bolsillos".

De cócteles molotov, cadáveres y Beatles

Hijo de ama de casa y comisario de policía, el joven Joaquín Ramón Martínez Sabina salió rebelde por la puerta grande. Poco dado a presignarse, le cogió tirria al catolicismo en un colegio de monjas, de las Carmelitas, porque él prefería la poesía de los antiguos, el Atlético de Madrid y su primera banda, Merry Youngs.

Su padre le detuvo a los 19 años por pertenecer al Partido Comunista y, en 1970, en una manifestación en Granada contra Franco, lanza un cóctel molotov a una sucursal del Banco Bilbao. Se tiene que exiliar y elige la ciudad que menos casa con alguien que tiene a Francisco de Quevedo como predilección: Londres.

Allí comienza su nueva vida. Primero, porque le dan alojamiento, maquilla cadáveres durante varios meses en un hospital. Luego, por cuatro perras, toca canciones de sus ídolos. A la cabeza, Bob Dylan y Leonard Cohen, de quienes saca llevar sombrero; luego, el resto: Billie Holiday, Georges Brassens, José Alfredo Jiménez, Paco Ibáñez, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés...

Organiza en su casa británica un cineclub para exhibir las películas de Luis Buñuel, prohibido por el régimen franquista; en 1975, en un bar llamado Mexicano-Taverna, actua frente a George Harrison y el ex Beatle le da 5 libras de propina; acoge a miembros huidos de ETA en su casa. Pide perdón en la revista Interviú en el año 2000 por  ello ("Era una gente encantadora que pegaban tiros en la nuca, algo que nos parecía una cosa muy graciosa en ese momento. Y hacíamos mal", explicó).

De cuervos, gatillazos y cocaína

"Creo en la canción como género impuro, de taberna, de suburbio; por eso amo el blues, los tangos, el flamenco", dijo en el prólogo de su poemario Memoria del exilio, de 1976, que contenía las letras de su primer disco, Inventario.

Comienza a actuar con Krahe (célebre su Cuervo Ingenuo contra Felipe González) y termina por llenar estadios. Sabina se va haciendo leyenda tanto en España como en América Latina. Se reúne varias veces con Fidel Castro, a quien le soltó "algunas barbaridades y él parecía encantado". "Las revoluciones envejecen como las personas y algunas lo hacen mal", declaró en El País en 2014. Él odia envejecer. Pero sigue fumando.

Eso sí, dejó la droga con la entrada del nuevo milenio, aunque si algún pipa le ofrece un tiro en el backstage de sus conciertos no le dice que no. Fue en Marrakech donde lo decidió. "Siempre digo que no sirvo de ejemplo a las madres de los drogadictos, porque dije hasta aquí y no tuve ni que internarme. Además, soy monógamo, pero no fundamentalista: si después de una gira un pipa me invita, me tomo una raya sin problemas. Eso sucede no más de tres o cuatro veces al año", contó a El País Semanal en 2018.

Tiene dos hijas, Carmela y Rocío, una casa en Rota (Cádiz) en la que ha compartido veladas con Rafael Alberti o Ángel González y un musical con sus canciones estrenado en la Gran Vía. Le puso Elvis a su gato. Tuvo un ictus en 2001 y un gatillazo vocal en su concierto de Madrid. Ha visto desde el tendido la polémica por el machismo de sus letras. Vive con Jimena Coronado, su pareja desde hace más de dos décadas. Y sigue escribiendo.

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