Hago prendas para mujeres entre 28 y 65 años más o menos, que se sienten muy seguras de sí mismas y que quieren estar guapas las 24 horas del día, que piensan que la lencería sexy es para todos los días del año.

¿Cómo consigue sus exclusivos tejidos?

Es toda una aventura y, a veces, un poco clandestino. Busco fábricas francesas e italianas de toda la vida que cierran sus puertas, también en mercadillos de antigüedades. Además, a veces encuentro en anticuarios prendas de finales del siglo xviii y principios del xix, las descoso y las convierto en lencería.

¿Dónde elabora sus piezas? ¿Las cose usted misma?

Todo se cose en mi taller de Barcelona, con las manos de varias mujeres, modistas de toda la vida, que antes trabajaban para algunos sastres de la alta costura. Son auténticas artesanas.

¿Por qué sus piezas son tan especiales?

Porque cada una es única, lleva una explicación en la etiqueta y está numerada por mí. Son personalizadas y no se encuentran en ninguna otra parte. Trabajo mucho por encargo y con modelos a medida.

¿Y a un precio muy alto?

Intento que los precios sean asequibles. Por ejemplo, hay culottes desde 40 euros. El más caro vale 130 euros, un modelo que lleva ocho metros de puntillas, cosidas estrictamente a mano, y que nunca lleva el mismo tipo de puntilla ni de tela. Y los quimonos suben un poco más.

¿Dónde se pueden encontrar sus prendas?

En mi web y en un nuevo concepto de tienda, que está surgiendo en España. Venden sexo refinado, libros eróticos y lencería exquisita. Está muy consagrado en Europa y funciona muy bien aquí, porque las mujeres tenían ganas ya de tener dónde gastarse dinero en algo bonito y diferente.

Bio: Viene de una familia alicantina vinculada al mundo de la moda. Creó la marca que lleva su nombre en 2005.