El filántropo de 95 años, que murió recientemente, sólo puso en su testamento dos condiciones para que se realizase esta donación: que se preservase su anonimato y que el dinero fuera administrado por Ron Magill, director de comunicaciones del establecimiento.
"Un día vino y me dio un cheque por 90.000 dólares, y, la verdad, yo no le conocía" y pensé que era la chaladura de un viejito, recordó Magill, quien describió al benefactor como una persona muy modesta que vestía de una manera sencilla.
"Pensé que era un hombre muy pobre"
"Cuando lo conocí pensé que era un hombre muy pobre", cuenta Magill. En una de las tantas veces que se encontraron, el directivo del zoológico le preguntó por qué "vivía como si no tuviera nada y no empleaba el dinero que le había donado para comprarse una casa o un automóvil nuevo, ya que el que tenía era muy viejo".
La respuesta del filántropo fue de una sabiduría socrática: "Cuando pareces pobre, puedes saber cómo es la gente de verdad".
"¡Nunca olvidaré la contestación que me dio!", resaltó Magill, quien destacó que la generosidad y discreción de su amigo chocan hoy con el deseo de fama y protagonismo de muchos de los que realizan donaciones.
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