El futuro de la caña de azúcar tiene el mismo color que el de la piel de los que la cortan: negro. El recorte progresivo de las ayudas de la UE hace cada vez menos rentable la faena y las explotaciones.
Hace años que los jornaleros buscaron trabajos mejor remunerados, «y la falta de mano de obra para pelar las matas se suple con el fuego», dice Federico Luque, agricultor de Málaga. Esta provincia, Cádiz y Granada concentran las últimas plantaciones de Europa en las que los tallos se cortan a mano. Y Granada cuenta, en Salobreña, con la última fábrica de producción de azucar de caña, que fue fundada en 1860.
La desaparición de los campos, aunque lo dulce persista con la remolacha, hará más difícil hacer entender a los niños que el azúcar no crece en los supermercados.
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