Son siete y todos salen en procesión. El matrimonio y cinco hijos de entre 10 y 19 años.
Todos con devoción a Jesús Nazareno. «En casa lo vivimos desde hace años y nos gusta que los chicos también quieran participar desde pequeños, les gusta», asegura el padre, Santiago.
Los más jovencitos tienen amigos en la cofradía y aunque, al principio, las miradas imponen, sienten orgullo de ser los portadores del incensario.
«Es algo que une a la familia y que permite que padres e hijos tengamos un lazo en común», dice Matilde, la madre. Para ellos, ser cofrade, es sólo una forma de vivir la fe. En familia, claro.
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