El último asalto a los cielos de Pablo Iglesias

Iglesias, en su primer mitin tras la baja de paternidad, en marzo.
Iglesias, en su primer mitin tras la baja de paternidad, en marzo.
PODEMOS / DANI GAGO
Iglesias, en su primer mitin tras la baja de paternidad, en marzo.

Pablo Iglesias tiene en común con Pablo Casado algo más que el nombre y el puesto de trabajo. Algo, si se quiere, vital. Ambos se enfrentan a un reto capaz de determinar su tiempo político: convencer en las urnas lo justo. Tanto, como para ganar perdiendo. Igual que le ocurre al PP, ninguna encuesta concede clemencia a Unidas Podemos. La feminización de la papeleta no revierte la tendencia: el 28 de abril, perderá escaños tras haber perdido socios.

Hoy ya no hay brindis por la confluencia. Ni abrazos, ni sonrisas. Podemos vive la resaca del pacto de los botellines. Con la directriz de Alberto Garzón inquebrantable, las bases de IU votaron mantener la unidad con la bancada morada. Equo, también. La necesidad de supervivencia, sin embargo, no oculta un entusiasmo a la baja. En Galicia, las mareas han decidido retirarse y hacer la guerra por su cuenta. Unas semanas antes, algunos habían cambiado el trago amargo de la cerveza por un dulce plato de magdalenas. "A pesar de todo, Íñigo no es un traidor", recuerdan las hemerotecas.

Ganar perdiendo. Ser decisivos, imprescindibles. Y, esta vez sí, entrar en el Gobierno. Iglesias necesita resisitir. Si el día 29 no hay suma posible, se acabó el ciclo. Mandar a Rajoy a Santa Pola habrá sido el mayor éxito político. El mediático profesor vallecano de la Complutense que supo abanderar a los indignados es hoy padre de familia. Pronto, numerosa, chalé incluido. En cinco años, la foto del Teatro del Barrio se ha vaciado y el pablismo es corriente única. "La próxima persona que sea secretaria general será mujer". "Y eso", advierte Irene Montero, "cambiará pronto". Vistalegre entorna ya la puerta.  

Podemos no comenta sondeos. Nunca, no se los creen, porque siempre, suelen decir, les dan menos de lo que sacan. La última vez que en España abrieron los colegios electorales, volvieron a fallar: a Teresa Rodríguez le pasó por encima el helor de la ultraderecha y Andalucía cambió de manos.

Podemos apuesta todo a la campaña porque siempre, suelen decir, les da más de lo que tienen. En esta, Iglesias apunta alto (al rey, a las cloacas, a los medios, a Inda). Lo suyo es el cuerpo a cuerpo, reclutar indecisos, infundir ánimos y dar un golpe de efecto. Ritualizar el sí-se-puede en los mítines, llenar plazas, tirar de épica. Y de patria: la de saberse original frente a la copia, el único capaz de imantar por la izquierda a un PSOE en pleno desborde por el centro. Y para eso, resistir. Ser decisivos, imprescindibles. Porque Iglesias sabe que el cielo no se ha movido de su sitio, que lo tiene a la misma distancia que al principio. A un asalto.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento